En
estos días pasados, y después del azote del vendaval que ahora se llama
ciclogénesis, pensaba yo que era lógico que nuestros remotos antepasados se sintiesen sobrecogidos con tales manifestaciones de poder por
parte de la naturaleza. Ante fuerzas desatadas con esas dimensiones, no resulta
nada extraño pensar que imaginasen a seres superiores enfurecidos, a quienes
era preciso aplacar.
EL SOL SE PONE EN MUXIA |
Muchas
religiones comenzaron de ese modo, atribuyendo propiedades sobrenaturales a
seres concretos cuando aparecían fenómenos de difícil interpretación, y entonces casi todos los fenómenos tenían esa característica. (Cuando los
filósofos jonios del siglo V a.c. pensaron que los fenómenos naturales tenían
causas naturales y era preciso buscarlas, dieron lugar al nacimiento de la
ciencia).
Las
creencias paganas estaban muy asentadas en nuestras tierras antes del
cristianismo. Nunca fueron sustituidas del todo por la religión de Cristo, de modo que
se siguió rindiendo culto y respeto a los ríos, a los montes, al mar y demás
entidades naturales a las que se veneraba antes de la llegada de los
evangelizadores.
Muchos
santuarios se dedicaron a la Virgen con sus leyendas respectivas. Fueron
cristianizados, sí, pero mantuvieron sus mitos en forma de piedras
adivinatorias o movedizas mediante las que recibir favores o avisos del más allá. Otros santuarios mantuvieron sus fuentes con aguas que volvían
a ser milagrosas.
Uno
de ellos fue el de la Virxe da Barca. Cuenta la leyenda, no
podía faltar, que
estando allí el Apóstol Santiago, se encontraba fatigado y desanimado por lo
infecundo de su labor evangelizadora. Es curioso, como en Zaragoza, otra vez el
desánimo. También en Muxía le visitó la Vírgen que llegó hasta él en una barca
de piedra (de nuevo la piedra) para animarle. La barca se rompió debido al
fuerte oleaje y los trozos a los que quedó reducida, quedaron desperdigados por
la ladera que, desde el santuario, desciende hasta el mar. Esas piedras son las
milagrosas.
LOS ELEMENTOS DEVORADORES |
Frente
a un océano muchas veces bravo, siempre impresionante, el santuario estuvo
hincado en la roca recibiendo visitas y visitas, presenciando el diario
hundirse del sol en las aguas. Para muchos es el punto final del Camino de
Santiago, al menos uno de ellos a la par que Finisterre. El día de su romería,
allá por septiembre, aquello es un hervidero de gente que viene por muy
diversos motivos, pero que acude allí.
Hoy,
ayer, todo eso ha ardido. Los antiguos lo atribuirían a un castigo de los
dioses. Viento de ciclogénesis, oleaje desbocado y un fuego que devora en dos
horas el lugar sagrado y querido. Llanto desconsolado por todo.
¿Será
otro Ave Fénix que renazca de sus cenizas? Naturalmente que será, que los
sentimientos son muy profundos y son ellos los que se han herido. Hay prioridades y, para muchos, las del espíritu van por delante de las corporales. ¿Cómo se pagará la reconstrucción deseada? Yo también la quiero, pero un refrán nuestro dice que "no tenemos para pan y compramos estampitas"... Seguro que existen, y se pueden encontrar, fuentes alternativas de financiación que no alteren partidas presupuestarias destinadas a otros fines en una época tan precaria como la que vivimos actualmente. Ojalá se eche mano de esas fuentes, pues repito que quiero ver el templo reconstruido, pero sin alterar los presupuestos ni desatender prioridades que todos tenemos en mente.
¿Hay
responsables? No lo creo, el azar siempre juega sus bazas. Aunque el rayo puede
ser un mensaje de los dioses. Recordemos que Júpiter tiene un haz de ellos en su mano.
A VECES, IMPOTENCIA |
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