Como
la vida misma. Una mezcla de alegrías con cierto trasfondo de penas. Eso viene siendo la
llegada del caminante a Samos. Alegría, no es preciso explicar su causa. El
Camino se va venciendo, la propia resistencia ha podido más que las fatigas generadas y lo poco que falta no
representa mayor problema, luego de haber superado todo lo que queda atrás. La
pena es profunda y muy otra su causa. Esto se acaba y no hay quien lo detenga. Empieza a
hacerse inventario de todo lo bueno, lo más, y a ver lo que conviene olvidar,
lo menos. El viaje se empezó al programarlo, al ver mapas, calcular fechas, trazar
recorridos, agrupar amistades para formar el equipo. Todo eso fue generando en
nosotros un ambiente festivo y nuevo
EL RIO LENTO SE REFLEJA |
Santiago
está cerca, menos de 200km. Cuenta el Códice Calixtino que en la Edad Media
venían hasta aquí gentes ofreciendo los servicios de los mesoneros
compostelanos, ofreciendo descuentos a quienes acudiesen a ellos. Hoy dan
octavillas con vales y bonificaciones. No es tan diferente. Ya he dicho al
hablar de O Cebreiro que los hosteleros de hoy tienen los mismos vicios y
cualidades que los de antaño, aquellos de quienes, a veces, reniega el Códice.
La
llegada a Samos en grandiosa. A estas alturas del Camino ya todos se han
familiarizado con el paisaje rural y
aprecian la belleza que aportan los bosques de caducifolios y los olores de las
tierras húmedas, por no hablar de captar la majestad con la que sobrevuelan
diversos tipos de aves, las más señoriales, las rapazes. De todo ello hay en
Samos. Un hermoso y tranquilo río, el Orivio, se pasea a lo largo del pueblo,
bordea el Monasterio y se pierde hacia Sarria dejando a su lado derecho una
vega que adivinamos fértil, muy fértil y abriendo el valle entre paisajes hermosos, serenos.
EL MONASTERIO Y EL RIO |
Me
gusta Samos, por muchas cosas. Si busco majestuosidad, tengo el Monasterio, con
ella a raudales. Si lo que quiero es mundo rural, también lo tengo a las veras del Orivio. A veces
busco sorna y tambíen la encuentro. Hoy, ahora, voy a hablar de algunas cosas
de Samos que tal vez no aparezcan en muchos sitios. Son producto de mis visitas
y mi forma de ver el pueblo con cariño.
No
es momento de comentar la grandiosidad del Monasterio, ni de la recóndita
serenidad que infunde la Capilla del Ciprés, espero tener tiempo para hacerlo.
Pero del cenobio diré que ojalá los visitantes tengan suerte y se encuentren
algún guía que profese cariño al lugar, cariño contagioso, pues de ese modo
disfrutarán de su paso por él. Apreciarán la belleza del conjunto, los espacios
íntimos configurados
en los claustros y, con suerte, verán cómo alguna de las
piedras claves de las crucerías que cubren sus corredores hace gala de su lugar en el Camino con sus vieiras esculpidas. También allí, algún cantero
bromista esculpió un texto gracioso (Qué miras, bobo), que no quiere ofender y que actualmente está
enfatizado después de haber resaltado el texto en rojo sobre la piedra. El
humor no ofende, mas bien nos recuerda tiempos difusos de frailes jugadores de cartas, catadores de vinos y protectores de barraganas cuando no oficiantes divinos.
QUÉ MIRAS, BOBO |
VIEIRA EN PIEDRA CLAVE |
La gente de Samos está orgullosa de su emplazamiento en el Camino. Hay muchos
establecimientos de hostelería y, en los atardeceres, se respira un ambiente alegre y reposado, aunque
nostálgico, ya dije. Justo frente al Monasterio hay un bar, con terraza, que
ofrece una vista privilegiada del conjunto. La gente pasa, dejamos transcurrir la
tarde y el grandioso edificio se cubre de diversas tonalidades que son un
recreo para la vista. En su interior, esta cafetería tiene su decoración muy
relacionada con esto, pues al fondo luce una impactande foto de la fachada.
SIN NEGAR SU UBICACIÓN |
Antes de abandonar Samos, aun nos aguarda una nueva sorpresa. A mano izquierda según vamos, tal vez un poco
hundida en relación a la carretera, hay una casa con gran cantidad de puertas y
ventanales. Si nos fijamos bien, es un bonito conjunto de los llamados
trampantojos: puertas y ventanas pintadas sobre la pared y simulando lo que no
existe.
TRAMPANTOJOS AL SALIR DE SAMOS |
El
Camino sigue. Pronto se hará otra etapa y cada vez queda menos, con todo lo
bueno que eso lleva consigo, pero también con toda esa carga agridulce de que se va y que no podemos retener. Porque notamos que el Camino nos ha dado todo lo que
veníamos buscando, pero también sabíamos no era para siempre. Que lo nuestro nos espera en los lugares que sabemos. Lo nuestro y los nuestros.
Samos es un hermoso descanso y siempre nos sabe a poco el tiempo que estemos allí, reflexionando sobre lo pasajero.de algunas cosas, que son las más.
Algún guía pretencioso puede arruinar na visita. ¿no?
ResponderEliminarDarío Díaz
Creo que un guía debe tener cariño a lo que enseña. Si además lo conoce bien, su historia y características artísticas, miel sobre hojuelas que diríamos. Pero transmitir cariño al lugar que se visita, sentirse a gusto, disfrutar de su singularidad... eso no está al alcance del primer pretencioso que se ponga a explicar "que si del siglo XVIII con vestigios del XVII aunque ya se vislumbra el XIX".
EliminarDe todos modos, Darío, ya hemos hecho juntos más de una visita que nos han gustado, aunque recordemos con horror al patán aquel que nos preguntó "¿de dónde somos? jajaja