Hace un tiempo, al Santuario del Cebreiro se le
dotó de calefacción y unas cuantas comodidades para que quienes lo visitasen no
sufriesen los rigores invernales, que allá son muchos, intensos y duraderos.
También se pusieron puertas en el portal de acceso, además de la principal que
siempre estaba abierta. Con el fin de que los peregrinos que las encontrasen
cerradas pudiesen contemplar el interior, las puertas fueron de cristal y, para
que nadie chocase con ellas, se grabó un dibujo alegórico en sus dos hojas.
Hasta aquí, todo normal y de agradecer. La verdad es que quienes vamos allá con cierta frecuencia notamos la mejora. Pero un día, siempre tiene que haber un día, llegaron unos peregrinos que, al encontrar cerradas las puertas, forcejearon con ellas hasta el punto de que los cristales cayeron al suelo hecho añicos. Todos conocemos ese tipo de puertas y, la verdad, para que se rompan es preciso actuar con contundencia sobre ellas. Los autores del desaguisado marcharon como si nada fuese con ellos, claro.
Hasta aquí, todo normal y de agradecer. La verdad es que quienes vamos allá con cierta frecuencia notamos la mejora. Pero un día, siempre tiene que haber un día, llegaron unos peregrinos que, al encontrar cerradas las puertas, forcejearon con ellas hasta el punto de que los cristales cayeron al suelo hecho añicos. Todos conocemos ese tipo de puertas y, la verdad, para que se rompan es preciso actuar con contundencia sobre ellas. Los autores del desaguisado marcharon como si nada fuese con ellos, claro.
No faltó quien dijo que los peregrinos de hoy
no son como los de antes. Tampoco sé a qué tiempos se refería cuando decía eso
de “antes”, pero creo, es mi opinión, que nada ha cambiado en el talante de los
diversos caminantes.
DIRECCIÓN RECOMENDADA AL PEREGRINO EN SEÑALES DE HOY |
Fue en 1993 cuando se celebró el primer Año
Santo con ganas de proyección mundial. Se decidió llamarle Xacobeo para
despojarlo del sentido religioso inicial, no hay que engañarse. Se
pretendía que de todas partes del mundo viniesen a la llamada del hito
histórico y cultural. Y las expectativas se están cumpliendo, la verdad es esa.
Pero no creamos que todos los peregrinos vienen en plan religioso, tampoco hay
que ser tan ingenuo. No vienen hoy ni vinieron nunca.
Cuando se quisieron recuperar nombres antiguos que
se dieron a instalaciones, costumbres o ritos de antaño, se huyó del nombre que
tradicionalmente tenían los albergues: cotarros. Era tal el ambiente que se
generaba en ellos, que hoy la palabra cotarro, siempre con carácter peyorativo, nos define cualquier tipo de reunión con fines inciertos y nada edificantes.
Las noches en los cotarros, con varias personas
en cada cama, con enfermedades y sin higiene, debían de ser calamitosas y peligrosas.
Por el Camino iban y venían pedigüeños, enfermos y gente que simulaba serlo.
Rateros, trileros o escapados de la justicia también eran frecuentes
caminantes. Juglares, titiriteros, echadores de cartas, todos ellos mezclados y
revueltos. Por no mencionar a los condenados a muerte en los Países Bajos y
cuya pena se conmutaba por hacer el Camino. Una mezcla explosiva que podía
saltar en cualquier momento y en especial en los cotarros.
También estaban los piadosos, aquellos que con
fe y devoción venían
hasta Compostela para ganar el Jubileo para sí o para
aplicarlo a algún difunto. Claro que siempre hubo devotos que vinieron
sacrificados con ansias de redimir sus penas. No seré yo quien lo niegue,
vinieron y siguen viniendo. Y seguirán haciéndolo.
SEPULCRO Y PINTURAS MEDIEVALES EN UN LUGAR OLVIDADO |
Por otra parte, creo que antes se hacía el
Camino de modo más pausado, sin prisas. Y si se encontraba un lugar adecuado en
el que hacer algo, el caminante se detenía y lo realizaba. Ahora tenemos en
iglesias perdidas hermosas pinturas de inspiración holandesa, esculturas con
aires franceses o soluciones arquitectónicas propias de otras tierras, por
citar casos concretos. Yo me imagino a algún hábil peregrino que se quedó allí
durante un tiempo haciendo su obra, a cambio de sustento. Tal vez hayan
terminado esos modos de caminar, no lo sé, yo no los veo. Ahora se hace el
Camino con rigor de cronómetro, pues se tienen programadas las etapas y quien
lo sigue no puede salirse del programa. En
el Año Santo de 2010 invité a un
grupo de peregrinos a visitar Santa María de Melide, y me dijeron que no podían
detenerse, pues romperían su ritmo de caminante. Son diferentes los modos,
claro. (La causa de la invitación es que el hombre que tenia la llave cobraba
por visita, no por visitante).
La picaresca no ha cambiado. Los hosteleros ya eran
vilipendiados en el Códice Calixtino, (siglo XII) y sus
críticas son válidas
para muchos hosteleros de la actualidad, que también tenemos datos al respecto
quienes conocemos el Camino. En cualquier esquina, están los que piden dinero
por los mas variados motivos y, peor aún, quienes les dan aun sabiéndose
estafados. Podríamos decir que por el Camino pasan los peregrinos, pero no
pasan los modos ni los tipos de gente.
INFLUENCIA FLAMENCA EN FRESCOS VILLAR DE DONAS |
Han cambiado, y mucho, los albergues para
peregrinos. Hay trato digno, con austeridad pero sin miseria. Con atención
especial a quienes caminan a pie, si bien no faltan los pícaros de hoy que
aparcan su coche algo lejos del alberque y llegan casi arrastrados, fingiendo un cansancio
que no tienen para aprovecharse de unos privilegios que no merecen.
Cerca de Santiago hay un monte, llamado Monte
del Gozo. Su nombre
es debido a la alegría que sentían los peregrinos al ver de
cerca, ya al alcance de la mano, la Catedral a la que venían desde hacía
tiempo, desde que emprendieran su Camino sin saber la mayoría de peligros a los
que se iban a exponer. Los mayores peligros vinieron de otros hombres, no de
fieras ni de rigores climáticos o geográficos.
Pero al lado de toda esta pandilla, basca que
diría Cervantes, también llegaron, y siguen llegando, aquellos
que se sintieron
movidos por asuntos espirituales y buscaron en el Camino un montón de preguntas
a sus ansias espirituales. Les deseo de corazón que encuentren el ciento por
uno de todo cuanto buscaron. Cuando entro en la Catedral y me fijo en sus caras,
no puedo menos de emocionarme al pensar en las historias que han llevado a cada
uno hasta aquí, al fin aquí, y felices. Se les nota.
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