En la montaña lucense, el otoño está llegando
y en Barbadelo no va a ser de otro modo. El campo, silencioso, nos acoge
después de que hayamos atravesado una hermosa carballeira llena de los sonidos
propios del bosque. Crujidos de ramas, canto de aves y otros más, difíciles de
identificar, han quedado atrás. Ahora estamos en una campa libre, diáfana, que
nos deja ver los Ancares por un lado y el Cebreiro por otro. Casi estamos a su
altura, pero no nos engañemos, estamos más bajos. El horizonte se muestra nítido,
es el regalo de los aires fríos, y distinguimos perfectamente cada uno de los
árboles situados en su línea.
El silencio lo impregna todo. Es esa solemnidad rural a la que nunca
nos acostumbramos en Galicia.
En todo caso, un pájaro canta vaya uno a saber
dónde, o una máquina suena, también por algún sitio indeterminado.
AL FONDO ENTRE LA NIEBLA, LOS ANCARES DESDE BARBADELO |
Y casi oculta, hay que saberla
vislumbrar, está la iglesia. Una maravilla románica poco deteriorada a pesar de
los siglos que tiene en su historial, pues ya el Códice Calixtino nos habla de
ella como algo señorial. Eso sigue siendo, señorial, para quien la mira con
ojos atentos.
IGLESIA CON EL MURETE DONDE VEMOS EL VIACRUCIS Y LOS PILARES DEL POSIBLE PORCHE |
La iglesia viene a representar el
contrasentido, a veces consustancial, de estas tierras. Un templo robusto,
elegante, hermoso y muchas cosas más, en un paraje totalmente deshabitado,
aunque con cementerio que lo rodea, que habla de una buena y poblada parroquia. Cuando
hay entierro, no se puede aparcar en ningún sitio con tanto coche como acude a
la triste llamada, pero cuando no lo hay, es raro encontrarse con alguna
persona por aquel entorno, a no ser los peregrinos que pasan teniendo a Compostela como meta. Mientras, la iglesia, majestuosa con su hermosa fachada,
sigue haciendo frente al sol de la tarde o a la lluvia cotidiana.
La fachada puede parecer extraña en un
primer momento, hasta que nos percatamos de que sólo tiene una torre. Y no es
que le falte. Si miramos bien, vemos que ya fue diseñada de ese modo. Esa única torre
le confiere una personalidad inolvidable.
ARRANQUE DE LA TORRE EN EL INTERIOR |
Barbadelo tiene una asombrosa colección
de capiteles colocados allá donde los constructores quisieron que estuviesen.
Capiteles con monstruos, guirnaldas, motivos vegetales o dibujos de difícil
interpretación. Con el encanto de no estar en museo, sino manteniendo la función que se pensó
que tuviesen desde un principio. Difícil interpretación para nosotros, que no para aquellos para
quienes se labraron. A veces pienso en que cada cultura ha generado sus símbolos
correspondientes. Nosotros no entendemos los de entonces, pero somos capaces de seguir una autopista sin más información que la que nos dan los símbolos
presentes en los paneles, o manejamos un complicado mando a distancia gracias,
también, a sus símbolos explicativos. Culturas y símbolos. Tal vez estamos
fuera del mundo que construyó Barbadelo. A veces, decir que sí constituye una tentación sencilla.
ALTAR MAYOR |
Rodeando la iglesia, hay un murete con
cruces de granito formando un víacrucis y también unas columnas que bien
pudieron servir de soporte a un pórtico que rodease parte del templo, como
existe en otras iglesias de la montaña luguesa.
Junto, pero separado, existe un
edificio con fachada renacentista. Hoy
hace las veces de casa parroquial,
pero antaño tuvo usos monacales dependientes del de Samos.
ANTIGUO EDIFICIO MONACAL |
Diría que el tímpano está hecho con
piedras utilizadas anteriormente. Hay una, de mayores dimensiones, de forma
pentagonal, que descansa sobre las jambas de la puerta. Está labrada por ambas
caras y en la parte exterior presenta un dibujo geométrico alrededor de una
figura central antropomorfa. En su parte interior, esta misma pieza tiene una
ornamentación de círculos tallados. Como el semicírculo del tímpano de entrada
no encaja con la forma pentagonal, los huecos están rellenos con otras piedras
talladas. En la parte superior, y dando al frente, hay una figura humana con
los brazos levantados, como saludando.
TIMPANO. PARTE EXTERIOR |
El interior de la iglesia es limpio, íntimo y amplio.
Destaca el elegante arranque de la torre, mediante columnas que dejan vistos
los primeros tramos de escaleras.
El retablo es barroco, con policromía
popular y buenas tallas.
Siempre me encuentro muy a gusto en
Barbadelo. En contraste total con la grandiosidad del Monasterio de Samos, a tan sólo
unos 15 km .
de distancia, este lugar representa para mí la introversión, el pensar para uno
mismo, el reflexionar callado sin abandonar las buenas formas, eso de que tanto se
necesita hoy. No creo que aquí se hiciese nada por afán de simular o impresionar. Me
gusta pensar que todo se hizo para inducir en el peregrino un estado de ánimo que hoy se nos queda
algo velado, pero que nos impresiona y gusta.
TIMPANO. PARTE INTERIOR |
Tal vez el otoño influye en los
pensamientos, pero el esplendor del verano ha dejado paso a la serenidad de
esta nueva estación. Los peregrinos que antaño llegaron a este lugar de Barbadelo, tal vez supieron
interpretar todo cuanto se les decía en sus relieves y capiteles. Hoy
no es así, pero ahí está la iglesia como testimonio de otros tiempos, otros
modos de lecturas y dando la sensación de que por ella no pasa el tiempo.
Elegantemente en su sitio para quien se le acerque y la mire con cariño y respeto.
ATARDECER OTOÑAL EN BARBADELO |
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