Pienso
que si me preguntasen que a qué monumento lucense le tengo más cariño, qué reliquia del
pasado es capaz de evocar en mí mayores ensoñaciones o ante qué exponentes de
una historia peculiar siento especial agrado, sé que no diría la muralla (que los ostentosos
de hoy llaman “las murallas”), no, ni tampoco mencionaría las termas romanas,
ni el mitreo, a pesar de que me asombra tanto como la primera vez que lo vi. No
hablaría del techo (¿los techos?) del ábside de la catedral. No mencionaría
ninguna de esas joyas, que como tal las considero.
TORRE DE SAN PEDRO. PIZARRA Y GRANITO |
Sin
dudarlo mencionaría la torre de la iglesia de San Pedro, antiguo convento de S.
Francisco, de los Padres Franciscanos. Tan rural y tan barroca es esa torre,
tan hermosamente conjuntada, que por todo eso me llama la atención. Está arrinconada, olvidada, como sin hacerse valer, siendo preciso más bien que la vayamos descubriendo poco a
poco, apreciando sus detalles en sus diferentes dimensiones para, entonces,
darnos cuenta, como yo me percaté hace tiempo, de que estamos ante algo
singular. Pero no es más que una sencilla torre parroquial. A las personas valiosas también hay que descubrirlas, no están en escaparates.
De
planta cuadrada, sobrepasa ligeramente la altura de la fachada de la iglesia, en
la que está como incrustada por una arista, pero formando parte de obra
diferente. Su forma es prismática coronada por un campanario con balcones y
rematada por un pináculo, o un tejado a cuatro aguas, como se prefiera decir. A media altura , la torre presenta unas rozas inclinadas que
inducen a pensar que hubo algún pórtico con su tejadillo apoyado en la torre.
No lo sé ni lo he preguntado.
Las paredes de la torre son de pizarra con sillares de granito en sus
aristas, así como en los marcos de las ventanucas que asoman al exterior. Siempre
me ha gustado esta estructura, propia del rural lucense, hoy algo perdida por ideas que intentaron modernizar, y ocultar, las raíces de las formas. No obstante, nuestro
monumento más rural y grandioso, el Monasterio de Samos, muestra este mismo tipo
de construcción: pizarra y granito en aristas y marcos.
Me
dicen, siempre hay quien dice, que las construcciones del Lugo de entonces, siglo
XIV, se realizaron en pizarra aprovechando los desechos de la muralla. Es posible.
Fueron muchas las torres de defensa que se derribaron, mucha la piedra sobrante
que presentaba fácil disponibilidad de uso para quien se quisiese aprovechar. Buenos eran
los frailes para sacar partido de lo que fuese.
LA TORRE DESDE EL CLAUSTRO |
La
torre luce más cuando se le ve desde el claustro del antiguo convento, hoy
perteneciente al Museo Provincial de Lugo. Es posible que su presencia, airosa,
resulte tan inesperada, que agrada sobremanera encontrarla en el paseo que se
puede hacer recorriendo el claustro. Tal vez sea desde allí desde donde
más se fotografía la torre, pues junto con la columnata, confiere un hermoso contraste vertical a la
horizontalidad definida en el recinto claustral. Otro claustro, famoso, tiene un ciprés.
Aquí, tenemos una torre.
BARANDILLA BARROCA PINACULO DE REMATE |
Cuántas
cosas me evoca, o es capaz de hacerlo, una torre que pasa desapercibida… Lo
mismo que muchas personas de auténtica valía.
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