En estos días de lluvia casi torrencial, me eché a la calle a pensar en cosas diversas, mientras la lluvia me recordaba múltiples hechos que configuran la historia de Compostela. Por las calles todo era agua, soportales, personas apresuradas y arte. Tiempo de reflexión.
Me gustan los períodos de
transición. Lo nuevo llega arrasando, pero lo viejo se resiste a ceder
protagonismo. Si miramos detenidamente, vemos mezcladas cosas de una época y
otra formando un conjunto que, normalmente, suele ser armonioso. Quiero
comentar una transición que es claramente visible en muchos monumentos, pero que yo
voy a centrar en el pórtico de la iglesia compostelana de Santa María Salomé,
madre de los Apóstoles Santiago y Juan, esposa de un tal Zebedeo.
SALOMÉ EN LA RÚA NOVA |
La iglesia primitiva fue fundada
por el Arzobispo Gelmírez, aunque de la obra original no queda casi nada. La
calle en la que se encuentra, Rúa Nova, recibe ese nombre desde que se abrió en
el s.XIV para facilitar la ida de peregrinos hacia la Catedral. La calle me
evoca encuadres medievales como ninguna otra en Compostela.
MARÍA, SEDENTE EN LO ALTO A SU LADO, ÁNGELES CON INCENSARIOS |
Entonces eran tiempos nuevos,
habían terminado los miedos de épocas pasadas, y se presenta a Jesucristo no
como Juez, sino como Hombre venido al mundo a redimir. Arranca una nueva idea
del cristianismo, con frailes que se han echado a los caminos a predicar la
doctrina, lejos de lujos monásticos. Jesucristo ahora no es Juez que
castigue, es Hombre que puede ser, incluso, amigo. Hablo del tiempo de comienzos del estilo llamado gótico, con un espíritu nuevo.
MARÍA, EMBARAZADA Y ACARICIANDO SU VIENTRE, RECIBE EL RECADO. TRAS ELLA, POLICROMÍA |
Tiempos nuevos, y otros
modos nuevos también. A María se le representa como gran dama. De alcurnia, con
manto, tocado y túnica holgada, ya no es la mujer humilde del románico, aunque
faltan siglos aún para que aparezca como la reina barroca que derrocha lujos y
joyas superfluas. Pero ya se apuntan maneras. Como Gabriel. Hace honor a su
Señor, ya lo he dicho, pero vaya ropaje que se gasta el criado… Túnica holgada,
sobrevesta lujosa, manípulo en el antebrazo izquierdo, toda una colección de
ornamentos que enaltecen su función, la que realiza en ese momento. Anunciar a
Maria las previsiones divinas hacia ella. Lo que dice está escrito en una gran
filacteria que sostiene con sus manos y que cae, amplia, desde su regazo al
suelo.
Atrás quedan los muchos tímpanos
con adoraciones de Reyes ante el Niño Rey, Dios y Hombre, de los que en
Compostela existen sobradas muestras. Ahora es el Niño desnudo carente de
símbolos de singularidad.
Me gusta mucho este pórtico en el
que es posible encontrar muchos vestigios de pasados mejores. Las esculturas
están policromadas. Gabriel es rubio y sus ropas tienen amplias zonas doradas,
con cenefas y bordados simulados. También María presenta su policromía, o más
bien restos de la que tuvo en su momento. Pero tras esa pareja de esculturas,
aún es fácil descubrir una amplia policromía hermosa, con detalles vegetales y
simétricos a ambos lados de la puerta, enmarcándola. Es más notoria en la parte
izquierda, la correspondiente a la Vigen. Incluso en esa zona, es visible un
texto que dice “Yglesia reservada”,
que se corresponde con otro, más estropeado, en la derecha, en el que se lee “Refugio
lex…”. Me gusta pensar que, antaño, tuviese derecho de asilo como
otros edificios de Compostela, como el antiguo Hospital de los Reyes Católicos,
hoy Hostal.
Tal vez para no molestar con demasiados
aires de modernidad, se
recurrió a la iconografía tradicional y, en lo alto de las
arquivoltas, se colocó una imagen sedente de María, también policromada, con ángeles incensando. Los
ángeles son muy pequeños, la verdad. Yo suelo decir que para verlos “hay que
quererlos ver”. Y es cierto, pues si no se buscan con premeditación o voluntad
de encontrarlos, puede ocurrir que entre la oscuridad del sitio y el diminuto tamaño de los ángeles, más bien se perciban unos bultos similares a nidos de
golondrina, que tampoco desmerecerían del lugar.
Me gusta Compostela. Mucho. Al
lado de lo grandioso por sus dimensiones, no solo físicas, es posible
encontrarse con monumentos casi olvidados, o dejados de lado, que no por eso
son menos importantes. Nos permiten adentrarnos en épocas en las que se
abrieron expresiones nuevas, o se experimentaron modos nuevos de representar lo
de siempre, pero actualizado a los tiempos de cada tiempo.
Por eso es un recreo pasear por
esta ciudad, como por cualquier otra que se conoce profundamente y donde se
sabe leer lo que dicen sus piedras.
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