Reflexiono acerca del intento de comprender el mundo de los seres vivos. Están lejos los tiempos de sus primeras interpretaciones, pero la mayoría de las preguntas formuladas por los maestros siguen sin respuesta.
Podemos
resumir la historia de la ciencia como un intento de búsqueda de respuestas a
una serie de preguntas de siempre. El ser humano, en su lógico intento de
explicar su entorno, ha ido construyendo un edificio conceptual de preguntas y
respuestas con las que, en cada momento, ha calmado su afán interpretativo.
Naturalmente, para buscar esas respuestas se utilizaron los conceptos de que se
disponía, por eso siempre hemos estado en procesos de revalidación de las
interpretaciones previas, cuando nuevas técnicas de estudio han permitido
revisarlas.
VIENE ARES |
Preguntas
del tipo ¿Cómo…? ¿Cuándo…? ¿Por qué…? o ¿Para qué…? han sido los alicientes del
progreso científico cuando se han formulado de manera correcta por quienes
estaban capacitados para hacerlo y encontrarles respuestas adecuadas.
También
siempre han existido referencias intangibles y no científicas, que han sido
suficientes para que la mayoría de las personas concediesen credibilidad total
a todo cuanto se le dijese en su nombre. Y eso ocurrió, ocurre y ocurrirá.
Claro que los referentes han ido cambiando.
HERRAMIENTAS DE EXPERIMENTACIÓN |
En
la Grecia
clásica, sus referentes eran los mitos con los que construyeron todo un sistema
explicativo de las cosas naturales. El viento aparecía siempre que el dios Eolo
soplaba, la tormenta surgía cuando Zeus se enfadaba con los mortales y, en
tales ocasiones, lanzaba sobre la tierra su ira en forma de rayos. A veces, pasada
la tempestad, enviaba a su mensajero, Ares, a pactar con los hombres y el
enviado bajaba a la tierra utilizando para ello un arco que se ponía a modo de
pasarela entre el cielo y la tierra, el arco Iris. No cito más casos, que
tampoco es cuestión ahora.
Naturalmente,
hoy existen explicaciones científicas para todos esos fenómenos. Sabemos los
componentes atmosféricos que, cuando están juntos, determinan que se
desencadenen tormentas, lo mismo que sabemos las circunstancias en las que se
forma el arco iris, por citar algunos. Pero puede ser que para quienes no
disponen de muchos conocimientos, las explicaciones míticas resulten más
atractivas que las científicas, tal vez demasiado frías. O puede ser que el
mito atraiga más que la verdad comprobada.
EL COLOR AMBAR PROTEGE A COMPUESTOS SENSIBLES A LA LUZ |
Después
de la época clásica y de sus correspondientes mitos, apareció el tiempo en que
la verdad revelada, contenida en la Biblia, constituyó todo referente de
interpretación de la Naturaleza. Ocurrió desde la Roma de Constantino
en adelante. En aquellos tiempos, decir de algún concepto que tenía su base en
los libros sagrados, era consagrarlo como incuestionable. A lo largo de la Edad Media y,
más intensamente, en el Renacimiento, se llegó al conocimiento de hechos
científicos que estaban en desacuerdo con postulados bíblicos. Fue cuando tomó
cuerpo la teología natural entre los científicos e investigadores del momento.
Según ella, Dios se manifestaba a través de cuanto dijera de sí mismo, en la
Biblia, y a través de su obra, la Naturaleza. Entre ambas manifestaciones no
podía existir contradicción alguna y, si acaso aparecía, el error estaba en
nuestra forma de interpretarlas.
MENDEL DESCUBRE LOS PROCESOS HEREDITARIOS |
Pasada la Edad Media, nace un sistema científico basado en la
experimentación y constatación de resultados. Comienza su andadura la
ciencia moderna. De todas formas, muchas veces me pregunto si nuestras
explicaciones actuales, si las interpretaciones que cotidianamente manejamos en
nuestros enjuiciamientos, son correctas en todos los sentidos. Naturalmente, la
respuesta que me doy a mí mismo es negativa por muchas razones. Por una parte,
hemos de suponer que es mucho más lo desconocido que lo que conocemos. En este
sentido, nuestras interpretaciones, al no disponer de todos los datos precisos
para hacerlas correctamente, serán necesariamente incompletas, y quiero indicar
que, a veces, incompletas suele ser sinónimo de erróneas. Hay procesos en los
que está clara nuestra total o parcial ignorancia de algunos detalles de los
mismos. Lo malo es cuando creemos disponer de todos los datos para alcanzar una
interpretación correcta y estamos equivocados. Por eso no está mal una postura
de escepticismo con relación al cuerpo de conocimientos que utilizamos como
herramientas para seguir incrementándolo. Más bien es una postura recomendable,
y tal vez la única.
TOMOS DE LA HISTORIA NATURAL, DE BUFFON |
En
el Renacimiento se pensaba que los seres vivos estaban formados por
combinaciones diversas de los cuatro elementos, agua, aire, tierra y fuego.
Unos de mayor importancia y rango que otros, pues fuego era mejor que aire y
tierra mejor que agua. Había dudas serias, por ejemplo, dónde se encontraba el fuego que calentaba la sangre de mamíferos y aves. Por otra parte, los
elementos estaban presentes en diferentes proporciones en cada grupo de seres,
pues estaba claro que los felinos eran mezcla de fuego y aire, de ahí su
capacidad de saltar con tanta efectividad (efecto de su componente de aire) y
de herir como hieren (su fuego).
Los
cuatro elementos por separado no originaban vida, pero juntos, sí. La muerte
correspondía a la separación del aire (el último suspiro), seguida del apagarse
del fuego (los cadáveres se enfriaban). Luego vendría la pérdida del agua y
finalmente quedaría el polvo, la tierra. Como el paso de lo vivo a lo inerte
era así de simple, realmente era muy imprecisa la separación entre uno y otro
estado y la generación espontánea estaba generalmente admitida entre los hombres
de ciencia como un sencillo paso entre vivo e inerte. No había una separación
neta entre una y otra forma de la materia, creyéndose que, por ejemplo, la
podredumbre engendraba vida. Por si fuera poco, en la Biblia
aparecían casos de generación espontánea.
PASTEUR NOS DIJO QUE NO HAY GENERACIÓN ESPONTÁNEA |
Fue
en el siglo XVI cuando, comenzando por Redi y Spallanzani, se pusieron las
bases de nuestro concepto de vida sobre los seres vivos. Estos científicos
demostraron que, al menos en los casos que ellos estudiaron, no había
generación espontánea y la podredumbre no generaba gusanos. No sería hasta el
siglo XIX cuando Pasteur demostraría que tampoco había generación espontánea en
bacterias. De este modo, los seres vivos aparecían como poseedores de una
actividad, la vida, que no se producía en condiciones actuales y que sólo se
podía recibir de otros seres vivos. Esto se resumió en varios aforismos, como omnis vivo ex vivo (todo ser vivo
procede de otro ser vivo) o La vida no se
crea, solamente se transmite. Estas sentencias resumían, con no poca carga
didáctica, años de trabajos y enfrentamientos científicos y querían representar
las bases conceptuales de una nueva ciencia que se iba construyendo al estudiar
los seres vivos de manera rigurosa.
Fue preciso
llegar a un mundo de madurez de ideas para que algunas cuestiones pudiesen ser
planteadas con cierta precisión. Después del siglo XVIII, y los trabajos de los
grandes estudiosos de la naturaleza, como es el caso de Bufón y su Historia Natural, donde ya apunta la
posibilidad del origen de las especies a través de procesos evolutivos, el
siglo XIX se caracterizó por el rigor en los planteamientos y la emergencia de
una serie de conocimientos que son aplicables a todos los seres vivos. Comienza
la existencia de la biología como hoy la conocemos. Las preguntas de siempre,
las que han acompañado al hombre desde Aristóteles y han servido de estímulo a
la mayoría de los estudios de fondo, comienzan a ser respondidas, se asientan
los fundamentos de lo que empieza a ser una biología moderna, cada vez más y
más alejada de los antiguos mitos explicativos.
DARWIN ACUÑÓ EL CONCEPTO DE SELECCIÓN NATURAL |
Del Siglo XIX
es la teoría celular, la comprensión de los procesos hereditarios y los de
división celular, el conocimiento de los principios inmediatos, la síntesis de
la urea y, por tanto, el comienzo de la desaparición del vitalismo como supuesta doctrina, el destierro de las ideas acerca de la generación
espontánea, la idea de la evolución causada por selección natural y, en suma,
la misma palabra biología es del siglo XIX.
También es en
este siglo cuando los científicos dejan de hablar de Dios en sus escritos, de
modo que ya no es posible deducir, a través de ellos, el credo de sus autores.
Para muchos, Dios había sido el referente conceptual para explicar lo
inexplicable. De nuevo, la escuela de filósofos atenienses ocupaba un lugar en
el mundo del conocimiento, para intentar explicar los procesos mediante causas
naturales y, cuando no se dispusiese de explicación natural, la pregunta
quedaba ahora planteada en espera de su respuesta adecuada, pero ya sin volver
a mitos ni a referencias no científicas como hipótesis explicativas.
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