Mis profesores me transmitieron sus conocimientos por dos
vías. Una de ellas, fue el cúmulo de conocimientos que se consideraban
necesarios para superar el curso del que se tratase. La otra vía, fue todo
cuanto se les “escapó” en comentarios y actitudes que mostraban ante hechos
inesperados. Así, nos dejaron ver algo que no se encuentra en libros y que es
consecuencia de un modo de ser. Se configura a los largo de una trayectoria
marcada por una clara vocación y una dedicación profesional.
Mi orla |
Hace más de cincuenta años que terminé mi carrera. Más de cincuenta, sí. La mayor parte de lo estudiado entonces hoy está científicamente
superado, pues han aparecido nuevas teorías, métodos de análisis y datos nuevos con los que enjuiciar e interpretar lo conocido. Pero sigo
teniendo una gran deuda con todos mis profesores, pues me transmitieron
un modo de ser, actuar y pensar como biólogo. No me lo enseñaron con sus
clases, más bien fue con sus actitudes cotidianas. Tampoco sé si lo hicieron de
modo premeditado, más bien creo que fue una actuación buena, sincera y natural
en ellos. Trabajaban, daban sus clases, nos explicaban las cosas y siempre estaban
disponibles para nosotros. Todo eso en conjunto generó un ambiente académico muy
agradable, que nos permitió vivir entre maestros casi sin darnos cuenta.
Mi foto para el Carnet de Facultad |
De ese modo nos fuimos acercando al conocimiento biológico.
Un conocimiento que nos llegó regulado y estructurado mediante el
correspondiente plan de estudios. Se nos puso al día en todo lo concerniente a
la biología en aquel momento (se estaba dilucidando el código genético y se
conocían los ARN, aunque se desconocían sus funciones concretas, por ejemplo).
Cuando fueron llegando las novedades científicas, estábamos preparados para
interpretarlas e incorporarlas a nuestros conocimientos. Con el tiempo, casi
todo lo de entonces está, digamos, superado y actualizado.
En este patio me sentí en mi casa |
¿Qué quedan de mis conocimientos de entonces? Como digo, los
tengo actualizados y los anteriores, a buen recaudo en los archivos de la memoria.
En rigor, he de decir que todo está superado, pero a mis profesores les sigo
debiendo el rigor, el orden, el criterio. Incluso, claro que sí, les debo mi actitud
ante las novedades científicas que van apareciendo. Hay quienes ante el
sonsonete de que “está científicamente demostrado”, están dispuestos a admitir
lo que sea sin preocuparse en contrastar el contenido causante del comentario.
Muchas veces, tal frase no es más que una superflua muletilla coloquial sin fundamento
ninguno.
Creo que los que hemos adquirido nuestros conocimientos gracias
a profesores competentes, nunca hemos sido esclavos de la ciencia ni la hemos
considerado como una explicación definitiva de nada. Para mí, hay muy pocas cosas
inamovibles. Algunos teoremas geométricos (“en un triángulo rectángulo, un
cateto es media proporcional entre la hipotenusa…”), las tablas de aritmética
(7 x 3 = 21, etc.) y pocas cosas más. Incluso la RAE admite hoy conjugaciones
alternativas. Lo demás, está muy bien conocerlo y cuanto más, mejor, pero desde
una postura crítica, sin rendidas entregas conceptuales.
Esta galería la crucé mil veces para cambiar de aula |
Es en este punto donde choco con amigos, que creen
ciegamente que la ciencia es un cuerpo de conocimientos que interpretan el
entorno. Ahí yo introduzco un pequeño matiz y digo que es “un cuerpo de
conocimientos que intenta interpretar el entorno”. Para mi modo de ver, es ese
intento el causante de que la ciencia esté en constante revisión de los
conocimientos previamente adquiridos.
En un momento concreto, la ciencia puede aparecer como un
cúmulo compacto de conocimientos. Siempre con sus dudas y sus preguntas sin
resolver, pero un cúmulo compacto. Cuando aparece una nueva técnica de
experimentación, se someten a esa técnica los conocimientos previos, que pueden
resultar reforzados, o bien rechazados como erróneos. Si ocurre esto, de nuevo es preciso volver a estudiar para
explicar aquello cuya explicación previa ha sido rechazada a raíz de los nuevos
descubrimientos. Las nuevas técnicas de estudio afianzan los anteriores
conocimientos o los invalidan, abriendo, en este segundo caso, nuevas vías de
estudio para explicar unos hechos que siguen requiriendo ser interpretados.
La torre y su reloj eran una referencia desde lejos |
No son pocas las personas a quienes esta situación de
constante incertidumbre, de carencia de afirmaciones rotundas y definitivas,
les produce una situación de angustia, de incertidumbre y duda. Se sienten defraudadas por la
ciencia. Tal vez creyeron encontrar en ella un campo de tranquilidad conceptual
en el que, una vez sabido algo, ya no era preciso revisarlo más. En genética,
muchos avances en el conocimiento se produjeron por querer encontrar
explicación a lo que resultaba inexplicable cuando se aplicaban los
conocimientos previos.
En este orden de cosas, el avance de una ciencia se realiza
por dos vías diferentes y complementarias. O bien reforzando los criterios
anteriores, que van quedando afianzados al resistir nuevos análisis, o bien
añadiendo nuevos conocimientos que será preciso ir consolidando. Tarea nunca
falta. Pero nunca la ciencia es una religión, ni debe tomarse como tal. La
ciencia no dispone de dogmas, intenta explicar todo y, en ese intento, va
caminando afianzando su fondo de conocimientos. Quien considera a la ciencia
como una substituta de una religión, tal vez desconoce la naturaleza de ambas.
Esto es lo que pienso hoy, después de bastantes años de
ejercicio de mi profesión, pero no reniego de aquel muchacho que salió de la
Universidad de Barcelona recién licenciado en Ciencias Biológicas. Ya tenía mi
forma de pensar. Muchas actitudes mías actuales se las debo a mis profesores de
entonces, a los que encontraron una mente inexperta, la mía, y le fueron
inculcando modos de actuar y de pensar. Rigor y orden, sí. Pero también, y cómo
lo agradezco, espíritu crítico ante las novedades científicas que fueron
apareciendo.
La foto de la orla se la debo a A. Massanell, amiga y compañera de Promoción.
Las fotos de la Universidad de Barcelona las he obtenido del fondo fotográfico de Google.
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La foto de la orla se la debo a A. Massanell, amiga y compañera de Promoción.
Las fotos de la Universidad de Barcelona las he obtenido del fondo fotográfico de Google.
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