Un amigo me dice que al
Camino no le encuentra espiritualidad ninguna. Añade que la gente que ve
caminando en él, solo busca conocer gente, descansar y comer.
CAMINANDO |
Bueno, habría que
preguntarle qué entiende por espiritualidad, porque estas cosas, tan difíciles
de definir, tienen unos grandes componentes personales, e intransferibles.
Además, creo que el Camino no tiene espiritualidad, en todo caso son los
caminantes los que se la confieren.
Los primeros peregrinos que
llegaron a Compostela, lo hicieron en el siglo IX. Desde entonces han pasado
doce siglos y las cosas han cambiado radicalmente. Los motivos son otros, los
medios para hacerlo, también. Incluso, los tiempos empleados en hacer el Camino han sido modificados en función de los requerimientos de cada época. Hoy, cuando se
dispone de poco tiempo para hacerlo, las diferentes etapas del Camino están
perfectamente establecidas, su duración expresada en kilómetros, previstos los
lugares para pernoctar…
Los peregrinos de entonces
paraban donde les parecía oportuno, le ofrecían cobijo o les contrataban para
realizar algún tipo de trabajo. Gracias a ellos el arte y la cultura se movió a
lo largo de todo el Camino. Fue y vino sin fronteras. Y si nos llegó el
Renacimiento, por ejemplo, por la misma senda marchó la leyenda de Parsifal o
la de Gerineldo, que por ese Camino la cultura viajó en ambas direcciones.
UN RINCÓN EN EL CAMINO |
Hoy todo queda muy lejos de
aquellos tiempos en los que, en plena Edad Media, la gente se echaba a
andar sin saber si, acaso, se regresaría, dejando mientras los hijos al cuidado
de la caridad pública. Quienes tenían la suerte de regresar, guardaban su traje
de peregrino para utilizarlo en fechas señaladas, y en cierto modo pasaban a formar parte de una especie de nobleza local.
¿Que qué motivos llevaban entonces a
hacer el Camino? Desde redimir una pena de muerte, como el caso de nativos de
los Países Bajos, a hacer turismo, como muchos pícaros de cualquier sitio.
Tal vez nuestro afán
congénito de aventuras y de conocer mundos, haya sido el motor de muchos en la
mayoría de los tiempos. Existen datos serios que nos hacen pensar que antes del
cristianismo, ya existía una ruta de peregrinación al fin del mundo, a “finisterrae”. Eso, en nuestra tierra.
También en Bretaña existe algo similar a su Finisterre, por no decir de los
caminos hacia el Polo Norte, en Noruega. Tal vez la visión de la tierra
hundiéndose en el mar atrajo desde tiempos remotos la atención de nuestros
antepasados, y de ahí los actuales caminos hacia esos lugares.
Muchos estudiosos actuales sostienen la idea que el actual Camino es
una cristianización de anteriores
rutas de peregrinación a nuestro
Finisterre,
no lo sé, pero en caso de ser cierto, no sería el único culto pagano
cristianizado. Dice la historia que los soldados romanos se sobrecogieron en Finistere al
ver el sol hundiéndose en el océano. Esa sensación ante lo inexplicable tiene
mucho de espiritual, esa actitud humilde de incomprensión ante lo que vemos, lo
que existe, pero que nos trasciende. Eso, creo, se mantiene entre la gente del
Camino, pues muchos de ellos al ser preguntados por qué hacen el camino, la
verdad, no saben dar una explicación muy coherente.
EL SOL SE PONE EN FINISTERRE |
ALGO MUY ÍNTIMO |
Vienen porque sienten algo,
un atractivo, una llamada. Seguir, responder a esa llamada me parece una
decisión que va mas allá de lo explicable, más bien entra en el campo de lo
inefable y yo diría que contiene mucho de espiritualidad personal.
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