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UN DESCANSO |
Veo una película sobre El
Camino, éste es su título, que me llega rodeada de muy buenos comentarios por
parte de amigos, en cuyo criterio tengo gran confianza.
Tanto me la han ensalzado que, es lógico, espero mucho de ella, sin tener en cuenta que puede ser una visión parcial de
lo que El Camino representa para alguien, que no tiene que coincidir
con la mía.
Con las primeras escenas me
confundo, veo todo como mezclado y con una especie de dispersión que no me lleva a
nada. Pero tras un saludo muy conocido para mí, entrañable más bien, “Buen
Camino”, todo cambia.
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CERCA DE PONTEFURELOS |
Y dejo la mente volar, mientras veo imágenes evocadoras. ¡Qué
cantidad de recuerdos trae consigo este saludo! Viene a ser como una contraseña
mágica, que me transporta a otro mundo, a otro modo de ver las cosas, las
gentes y el entorno. Es como un parámetro diferente con el que analizar todo.
Recuerdo, lo he dicho aquí, que
la primera vez que me saludaron de este modo fue en Pontefurelos. Estabámos mis
primos, Paco y Salud, y yo. Al salir de un tabernucho nos abrigó el saludo del tabernero y a
los tres nos llegó al sentimiento. Desde entonces, esas dos palabras, “Buen
Camino”, me acompañan cuando paso por esta ruta soñada, querida y añorada
por miles de personas de todo el mundo.
“Buen Camino”, un saludo que
unos queridos amigos míos
acaban de oír en Manhattan, dirigido a ellos al saber
que eran de esta tierra. Eso, hacia el oeste. Seguro que a miles de kilómetros al
este, también hay quien salude con cariño a alguien de esta tierra con esas dos
benditas palabras.
ROMÁNICO DEL CAMINO |
El Camino, pasado, presente y
futuro nuestro y de todos quienes quieran sanamente compartirlo. Rememoro
villas, pueblos y aldeas con casas a punto de caerse, pero testigos de gente de
aquí y de allí unidas por un mismo afán, el Camino y llegar, cada uno con su motivo, como se dice en la película que, a estas alturas, ya me ha emocionado un
montón de veces.
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MONTE DO GOZO YA SE VE COMPOSTELA |
Lo que más conmueve de ella (hasta las
lágrimas) es que, al ser preguntado por la cuasa de su andadura, el
protagonista no sabe qué contestar. ¡Qué cercano lo encuentro en ese momento!
Muchas veces, en la grandiosidad
compostelana, evoco las casuchas y callejas de Triacastela, Liñares, Leboreiro
y otras tantas. Vírgenes con leyendas milagrosas, fuentes con fama de curar
males o puentes con diablos vigilantes. Todo eso ha quedado atrás cuando se
está en Compostela. Como en un tablero de la Oca, las dificultades se han
superado y ya se está en el sitio de cada uno, porque cada uno de nosotros tiene el suyo.
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TIEMPO PARA LA INTIMIDAD |
Luego, hay que volver al lugar de cada cual y vivir una vida renovada. Porque si seguimos con la de antes, de nada ha servido caminar.
Buen Camino, amigos.
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