El Diccionario de la Real Academia Española, nos dice que la ciencia es un: “Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y
el razonamiento, sistemáticamente estructurados y
de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y
comprobables experimentalmente.”
Yo me pregunto qué espíritu mueve a la Ciencia y a sus profesionales, los científicos. Desde el siglo V a.C., los filósofos jónicos, desafiando a sus sacerdotes, dijeron que los fenómenos naturales se podrían explicar mediante causas también naturales. Hoy llamamos Ciencia al afán de encontrar esas causas y guardarlas como un patrimonio de todos. En este blog, la he definido varias veces como un intento de explicar el entorno, utilizando para ese empeño los diferentes recursos de que disponemos.
Yo me pregunto qué espíritu mueve a la Ciencia y a sus profesionales, los científicos. Desde el siglo V a.C., los filósofos jónicos, desafiando a sus sacerdotes, dijeron que los fenómenos naturales se podrían explicar mediante causas también naturales. Hoy llamamos Ciencia al afán de encontrar esas causas y guardarlas como un patrimonio de todos. En este blog, la he definido varias veces como un intento de explicar el entorno, utilizando para ese empeño los diferentes recursos de que disponemos.
Es curioso, para los señores de la Academia, la Ciencia es
algo ya hecho. Otros, sin embargo, la consideramos en constante formación. Por eso,
la definición que nos aporta el Diccionario la completamos con esta idea “utilizando para hacerlo los diferentes recursos de que disponemos”.
Alguien puede preguntar que, si acaso aparecen nuevas técnicas
de estudio, ¿qué ocurre con los supuestos conocimientos previos? Pues
simplemente, se comprueban a la luz de esas nuevas técnicas. Pueden ocurrir dos
cosas, o bien las técnicas rechazan los anteriores teorías, como ocurrió con
los resultados obtenidos por Hubby y Lewontin y que he comentado, con lo cual
hay que replantearse muchas hipótesis, o bien esas nuevas técnicas confirman lo
anteriormente supuesto que, de este modo, va robusteciendo su veracidad.
PIEDRAS BEZOAR |
Así, poco a poco, la Ciencia avanza y explica así como ayuda a predecir. En cuanto sabemos las variables que rigen un fenómeno, podemos
estudiarlas y, cuando se dan esas condiciones que conocemos, podemos predecir.
Desde enfermedades a tormentas. Cuando estamos ante procesos desconocidos, no
hay modo de predecir. ¿O sí?
Es cuando entra en juego el misterio, lo misterioso y múltiples variables que vienen de lejos en el tiempo. Muchas de ellas están superadas, como la piedra bezoar, el flogisto o el vitalismo. Ideas que tuvieron una fuerte incidencia en el mundo científico y hoy son puro, y respetado, recuerdo. Otras, como los horóscopos o el tarot inciden en la vida de las personas en tanto seres particulares. Aunque respeto esas opciones, no las creo en absoluto. Recuerdo a un muchacho que me explicaba su incompatibilidad con una chica debido a sus diferentes signos zodiacales. Vaya, qué desgracia.
ES POSIBLE PREDECIR LA OCURRENCIA DE TORMENTAS |
Algunas cosas son ciertas y tienen su fundamento. Los niños
nacidos en abril y mayo, suelen ser fuertes. Lo dice su horóscopo. Claro, a los pocos días de edad ya
están respirando aire libre y recibiendo el efecto del sol. Por la contra, los
nacidos en noviembre o diciembre, pasan sus primeros meses con estufas, cuando las
tienen, y sin ver el sol, haciendo que sean niños enfermizos o no muy fuertes, como suele decir su horóscopo.
No sé mucho de esto, pero hay algo que me duele y quiero
comentar. La gran cantidad de personas que reniegan de la Ciencia y se acogen a
los misterios, ya superados, del pasado. Parece como que esas muletillas
conceptuales les ofrecen una seguridad que les niega la ciencia.
Vuelvo a lo de otras veces. ¿Desde cuándo la ciencia ofrece seguridad? Pidámosle veracidad, métodos de cálculo, procedimientos para
conocer, pero nunca le podremos pedir seguridad, pues es algo que no es posible
que nos ofrezca. En todo caso, nos ofrecerá una probabilidad de que ocurra un
hecho concreto: una curación, una cosecha, un vendaval. Pero, el hecho de que haya quienes prefieren “lo misterioso” es algo que siempre me ha llamado la
atención. No dudo de que muchas personas acuden a la Ciencia como a un refugio, buscando en ella seguridad y resguardo, y no es eso.
Hay muchos fenómenos que atribuimos al azar. Para mí, hacer
eso es un modo falsamente elegante de asumir que desconocemos sus causas.
Hay fenómenos que hasta hace poco fueron atribuidos al azar, y hoy conocemos su
naturaleza, sus variables, y podemos predecir su ocurrencia. Espero que sigamos acorralando al azar en casos similares, conforme vayamos conociendo las causas de los fenómenos.
Pero hay quienes prefieren ver lo misterioso en todo. Las grandes
magnitudes les resultan increíbles, como los millones de años, así como las
pequeñas, como las millonésimas de milímetro. A mí, personalmente, tal vez por
mi tipo de estudio, los millones de años son cantidades a los que estoy
conceptualmente acostumbrado y tres millones me parece un lapso corto de
tiempo. En ese plan, a lo que no me acostumbro, es a las
cantidades infinitesimales, tanto en el tiempo como en las dimensiones, aunque
sé que esas cantidades nos miden distancias de estructuras celulares o
moleculares, o nos informan acerca de velocidades de reacciones biológicas. Lo
admito, lo respeto, no lo comprendo, pero lo creo.
¿TRAE MALA SUERTE ESTE POBRE? |
No entiendo que haya personas que, al no entender algo, y por
eso mismo, lo rechacen plenamente. Como resultado de su rechazo, suplantan la
información por “el misterio” y quedan tan conformes. No lo sé, pero lo mismo
que la Ciencia no está para darnos tranquilidad, sí creo que una de sus
funciones es imbuirnos de humildad al indicarnos cuál es nuestro sitio en el
mundo, en el Universo.
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