Califico como “cocinados” aquellos textos que,
siendo de general conocimiento, se han modificado en tono jocoso o de otra
índole, pera disfrazar el posible sentido duro de su versión original. En este
caso, la “cocina” les presta un aire divertido de rebeldía ante posturas
pretendidamente serias y, en cierto modo, dogmáticas.
ME LO DECÍA MI ABUELITO... |
Traigo aquí algunas pruebas que yo recuerdo de mi
época de temprana juventud, estudiante en Barcelona y lector de aquel semanario
humorístico del que ya he hablado, que se llamaba “Don José”.
Son modificaciones de algunos adagios que se nos
solían repetir a los jóvenes, en plan educativo. Recuerdo, por si es preciso,
que la diferencia entre refrán y adagio reside simplemente en su tono. Mientras
el refrán puede ser grosero y malsonante, el adagio siempre tiene tono poético.
Los adagios modificados (cocinados) que recuerdo
ahora son los siguientes. No traigo aquí las versiones originales, pues las
considero suficientemente conocidas:
Cría cuervos y tendrás
muchos.
Quien mal anda, tropieza y
se cae.
Dime con quién andas, y te
diré cómo se llama.
Mal de muchos, epidemia.
.
CRIA CUERVOS... |
Otro tipo de “cocinado” son los cortes. Me explico.
Hay ocasiones en que un texto mejora mucho, o adquiere un matiz más claro,
simplemente cortándole algo, no dejando que sea muy explícito y provocando al
oyente, o al lector, a que complete su mensaje.
Hay un dicho muy conocido: “No digas de esta agua no
beberé…” Muchos lo completan con aquello de “…ni este cura no es mi padre”,
haciéndonos ver, entre sus risas cuarteleras, que desconfían de la
honorabilidad de su madre, y la pregonan. Allá ellos y su discernimiento.
El adagio dice: “No digas de este agua no beberé,
que el camino es largo, y puede apretar la sed.” Realmente, el final no añade
nada al mensaje inicial, que es el que se mantiene entre nosotros.
Todos conocemos aquello de “en el medio está la
virtud”, e incluso hay quienes se lo atribuyen a Aristóteles o a Sócrates. Yo
no sé quién lo dijo por vez primera, pero sí sé su enunciado latino que es
(perdón si hay fallos en la escritura, recuerdo que soy biólogo) “In medio virtus quando strema sunt vitiosa,
sed si fuerint prodigiosa, in eos invenietur” Es decir, “En el medio está la virtud cuando
los extremos son viciosos, pero si fuesen prodigiosos, en ellos es donde se
encuentra.
En este caso el corte me parece hecho para
justificar las pocas ganas de arriesgarse en cualquier cosa. Cuando los
extremos son prodigiosos (La madre Teresa de Calcuta y sus monjas, las ONG’s
cuidando enfermos de Ébola…) allí es donde está la virtud. Lo dijeron los
sabios de la Antigüedad, yo sólo lo repito.
En nuestro romancero tenemos un hermoso ejemplo de
texto recortado. Me refiero al Romace del Conde Arnaldos, que otros dicen del
Infante Arnaldos. Siempre me intrigó su principio: “Quién tuviera tal ventura/a
las orillas del mar/cual tuvo el Infante Arnaldos/ la mañana de San Juan”.
DÍGASME ESE CANTAR |
Pero no llegamos a saber la ventura envidiada por el
cantor del hecho, pues el romence termina con aquello de “- marinero, marinero/
dígasme ora ese cantar./ -Yo no digo mi canción /más que a quien conmigo va.” Y
aquí termina todo. Yo siempre lo interpreté como que el marinero le decía al
Infante que se metiera en sus cosas, y no fuera incordiando. Pero no. El
romance sigue contándonos que la canción debió gustar tanto al Infante que se
decidió a subir al barco y allí, Oh, alegría¡ encuentra a su madre junto a su
hermana, a quienes buscaba desde hacía tiempo. Esa era la ventura envidiada al
inicio del romance, pero éste adquiere un toque almibarado que no fue muy del
gusto de la gente, que rápidamente lo eliminó, dejando ese halo de misterioso
final, que hace de este romance uno de los mejores de nuestro rico romancero.
Termino con un texto cocinado que me resulta muy simpático y es el
que parodia parte de una escena de La Vida es Sueño (Jornada I, escena II) Allí, Rosaura invita a Segismundo a conformarse
con su suerte y le dice aquello de “Cuentan de un sabio/que un día…” Traigo una
simpática parodia que apareció en aquella revista llama “Don José”, de corta
vida y largo recuerdo.
MARILYN |
Cuentan de un hombre, que un día
Tan canso de amor estaba,
Tan canso de amor estaba,
Que unos besos rechazaba
Que la Loren le ofrecía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
Más canso de amor que yo?
Y cuando el rostro volvió
Halló la respuesta viendo
A otro hombre, que iba
huyendo,
De la Marilyn Monró.
De la Marilyn Monró.
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