Si miramos la historia de la Biología, podemos dividirla en
dos grandes etapas: la clásica y la moderna, o molecular. Aristóteles es el
padre de la biología clásica: todas las ramas de la biología clásica comienzan en sus
estudios y escritos. Francis Crick lo es de la biología molecular.
Aristóteles estudió e interpretó todo lo que era posible
estudiar y explicar en su época. Algunas aportaciones suyas, como su clasificación de los
animales, han sido de utilidad hasta hace bien poco. Su obra sobre animales,
Historia animalium, sigue un esquema general que nos resulta conocido, pues
cada capítulo está dedicado a un animal concreto. En él se describe la
morfología del animal, así como sus costumbres, sus comidas y una larga suma de
detalles que nos dan una visión completa del animal en cuestión. Y así con todos los que trata en su libro.
Escenario de la vida en el monte |
Este método de capítulos dedicados a cada animal, que se
convierte en el protagonista de cada uno de ellos, se llamó en algunos
casos Historia Natural y fue el utilizado por muchos científicos en épocas
posteriores, incluso muy recientes. Nuestro querido, y añorado, Félix Rodríguez de la
Fuente fue un seguidor de este modo de presentarnos las vidas de cada uno de
los seres de nuestra fauna.
En cierto modo, todo esto se había modificado durante la Edad Media.
Teniendo en cuenta que se había consagrado al hombre como Rey de la Creación,
se consideraban a los animales como servidores suyos. Con ese criterio, los
animales dejaban de tener vidas peculiares, solamente eran poseedores de
cualidades que los humanos debían de estudiar para ver si sus conductas se
reflejaban ellas. Si eran buenas, deberíamos imitarlos. Si malas, erradicarlas.
Las hormigas nos enseñaban a ser trabajadores y ahorradores en previsión de
malos tiempos. Las cigarras nos hablaban de las pérdidas de tiempo haraganeando
y no previendo tiempos aciagos. La serpiente era traidora, y aún hoy, en 2018,
se le considera un animal deleznable y traicionero. Por ella entró el pecado en
la humanidad. El lobo es carnicero, el zorro engañoso y su nombre ha dado
origen a diversos adjetivos referidos a conductas astutas.
Traidor, y astuto según nuestras pautas. |
Estamos en una época en la que podemos hablar con rigor de
una biología moderna. Los documentales que se realizan para televisión se refieren mayormente a
grandes ecosistemas en los que se nos enseña el curso de la vida a través de
diversos animales concretos, que comparten territorio y lo largo de un período de tiempo previamente
acotado. En ellos, la unidad de relato es el territorio y, mejor aún, el ecosistema. Recuerdo el ya antiguo de “Europa a través de un año”, en el que
veíamos cómo las diferentes estaciones hacían vivir a los habitantes del continente, hombres incluidos, incidiendo en sus modos y costumbres a lo largo del año. Hay otros, más recientes, sobre grandes parques
naturales. Éstos suelen ser espectaculares, pues producidos por grandes
compañías, esperan ser distribuidos ampliamente con gran beneficio económico.
¿Cruel? |
Las tomas ya digo, son espectaculares y supongo que muy
costosas, pues conviene poner cámaras en lugares concretos y esperar que se
produzcan hecho interesantes desde su aspecto biológico e impactante. Los
consiguen. Vemos efectos inusitados de luz, relaciones materno filiales asombrosas,
comportamientos de grupos nunca vistos y, en suma, aplaudimos a los
realizadores y distribuidores de estos programas.
Los textos, no iban a se menos, están bien elaborados. Pero
hay una palabra , y sus derivados conceptuales, que me sobra en ellos. O un criterio plasmado de varios
vocablos, que me molesta, pues corresponde a un criterio anticuado, obsoleto. Según estos buenos documentales, los predadores siguen siendo traidores,
astutos, engañosos, taimados y una serie amplia de adjetivos en los que se intenta
definir un comportamiento reprensible. ¿Es reprensible el comportamiento de los animales carnívoros? ¿Se quiere engañar a alguien? No me cabe
en la cabeza pensar que exista un deseo de mantener una mentalidad
antigua y perfectamente superada. Repito que el único taimado o astuto a la hora de matar
en la naturaleza somos nosotros, que añadimos a nuestro instinto una cantidad
de artilugios artificiales para hacer más eficaz el deseo de matar.
El más vilipendiado, aunque noble |
En la naturaleza los animales comen para nutrirse, hay animales que
cazan a sus presas vivas, y otros las comen muertas, recibiendo diferentes
adjetivos según el modo de proveerse de ellas. Pero los documentales no se
preocupan en diferenciar estas modalidades, ni muchos menos aclararnos la
necesidad que tienen los carnívoros de cazar a sus presas. Ahí, en esos
comportamientos, actúa la selección natural, ayudando a los mejor adaptados,
pero esto no se dice nunca y los espectadores siguen pensando en costumbres que
se deberían erradicar entre los animales, cuando son enjuiciadas solo con criterios humanos, nunca biológicos. He visto intentar matar a un águila por haber cazado un conejo mientras corría por el prado. No se le mató, pero se le
maldijo. Repito, somos nosotros los únicos que matamos por matar y muchos piensan que los animales hacen lo mismo.
Como biólogo que llevo años trabajando en biología
evolutiva, me duele mucho esta falta de comprensión de las dinámicas biológicas
en nuestros montes, que es donde la vida se desarrolla. Me duele que se
mantenga la visión errónea de estos procesos de los seres vivos y aún más
desde medios de divulgación tan poderosos como la televisión acompañada de imágenes grandiosas.
Me gustaría que se explicasen mejor estas dinámicas, tal como las vemos hoy, pues este conocimiento sería una vía eficaz para interpretar mejor lo que ocurre en la naturaleza y gestionar, también de modo más adecuado y eficaz, todo lo concerniente al mundo natural. Explicar de modo adecuado lo que ocurre en la naturaleza es también un medio eficaz de protegerla.
Me gustaría que se explicasen mejor estas dinámicas, tal como las vemos hoy, pues este conocimiento sería una vía eficaz para interpretar mejor lo que ocurre en la naturaleza y gestionar, también de modo más adecuado y eficaz, todo lo concerniente al mundo natural. Explicar de modo adecuado lo que ocurre en la naturaleza es también un medio eficaz de protegerla.
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