El
Camino cambia mucho al entrar en Galicia e irse adentrando en la provincia de
Lugo, dejando atrás los rigores del Cebreiro. Con ojos avispados es posible encontrar
similitudes en las construcciones de diferentes localidades, debido a los cambios
en modos y suministros: los mobiliarios urbanos son similares así como los de hostelería
y otros servicios. En cuanto a las fachadas de las casas, no nos resulta
posible deducir en qué lugar nos encontramos a partir de lo que vamos encontrando
en ellas. Todas lucen estructuras que les confieren habitabilidad. Pero han
perdido singularidad, pues nadie se preocupó de que se conservase.
TRIACASTELA |
Si
nos fijamos en las viviendas tradicionales, hay dos tipos claros, el de las
zonas del Cebreiro, con ventanas y puertas pequeñas, preparadas para soportar
fríos largos y rigurosos, y el de zonas más templadas. En estas últimas, lejos
de los rigores de la montaña, abundan los ventanales y balcones. Sus exteriores
o bien son de pizarra vista o enlucida y pintada de blanco, con piezas de granito en bordes de vanos y en las esquinas del edificio.
Cuando
hay balcones, me gusta fijarme en sus barandillas. En una zona en la que el
hierro abundó, con herrerías como en O Incio, la forja se utilizó para fabricar
utensilios domésticos, herrajes de caballos, ruedas de carros, etc. Pero no
para fabricar flejes destinados a balcones. Las barandillas se fabricaron de
madera.
Tampoco
es tan extraño si tenemos en cuenta que las zonas de Triacastela, Samos, Val do
Mao, etc., fueron zonas muy ricas en castaños y nogales, árboles
suministradores de maderas recias y resistentes a intemperies crudas.
SAN EUFRASIO - VAL DO MAO |
Algunas
barandillas están muy desvencijadas y tal vez en trance de desaparición, pues
supongo que cuando caigan las casas que las conservan, y caerán, nadie se
preocupará de salvarlas. Con ellas se irá un vestigio más de nuestra historia
cotidiana, de esa historia que no es la de reyes, princesas o palacios. Mas
bien la historia de la gente del común, esa que ha ido dejando vestigios de cómo
vivía, como vestía y, en fin, como transcurría su vida cotidiana. Muchos, ahora,
parecen avergonzarse de dichos vestigios.
La
barandilla más sencilla está formada por rastreles prismáticos de sección
cuadrada, sin tornear, que van desde el suelo al pasamanos. Son frecuentes.
Otras
veces aparecen los adornos, como en una que encontré en Val do Mao, en San
Eufrasio, en la que los rastreles definen rombos por estar en dos capas
inclinadas en sentido contrario una capa en relación a la otra.
TRIACASTELA ENCAJE DE MADERA |
En
Triacastela hay una casa desvencijada que encuentro interesante. Tiene balcones
con una barandilla de madera que parece de hierro forjado. Fijándose con atención
es posible ver que se trata de madera muy trabajada, tal vez con sierra de pelo
o similar, que da como resultado lo que podríamos considerar un encaje de
madera. Es una barandilla que me gusta mucho. En realidad, lo que me gusta es el
conjunto de la casa.
SAMOS - PELIGRO DE EXTINCIÓN |
En
Samos, saliendo del pueblo a mano derecha, hay una casa muy deteriorada,
deshabitada, con una hermosa barandilla, o con lo que queda de ella, para ser
preciso.
Me
apena pensar que nadie alza la voz reclamando protección para estos vestigios
de nuestra historia cotidiana. Cuando todas las casas tengan ventanales
modernos, aislados de sonidos y rigores climáticos, tal vez estas joyas sean
solo reductos fotográficos que se guarden en algunos archivos.
Están
pidiendo a gritos algo de protección, pero parece que nadie les presta atención.
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