EL ORIGEN DE MI COMENTARIO |
En
nuestra cultura, la cabellera es un elemento corporal importante. Incluso, solemos referirnos a ella para señalar a una persona alejada y de quien
desconocemos el nombre: “aquella rubia”, “aquel calvo”, "aquella morena de
trenza”, “aquel de pelo cano”.
Por
otra parte, en las mujeres, esa misma cabellera ha alcanzado un cierto significado
de intimidad exaltado en las religiones derivadas de la Biblia: digamos que las
mujeres recatadas la ocultaban a la vista de extraños, mientras que las de vida
licenciosa la exhibían como un exponente más de sus oficios.
Aún
hoy, las mujeres árabes tienen su melena suelta al estar en sus
casas, pero al
salir a la calle la ocultan bajo velos u otro tipo de prendas. Las mujeres de
religiones cristianas hicieron algo similar hasta hace poco tiempo, si bien
algunas, pertenecientes a grupos concretos siguen con estas prácticas.
Determinadas monjas católicas continúan ocultando sus cabellos bajo tocas,
prendas muy habituales en las mujeres medievales. Hasta después del Concilio
Vaticano II, las mujeres católicas cubrían sus cabezas con velos al entrar en
iglesias.
PIETÁ |
INMACULADA DE MURILLO UNA NIÑA |
Dentro
de esta tradición cultural, la casi totalidad de representaciones de la Virgen nos
presenta a mujeres con la cabellera cubierta. Ésta ha sido una tónica casi
general, con algunas excepciones como pueden ser las Inmaculadas de Murillo y
Zurbarán, la Virgen del Camino, de Lugo, y algunas pocas más. Si nos fijamos en
estas dos Inmaculadas que he citado, podemos comprobar que representan a niñas casi recién salidas de la infancia, una edad en la que no era preciso velar la
cabellera. La Virgen del Camino, de Lugo y otras representan maternidades con
pelo suelto. Una madre no tiene nada de niña y no encuentro explicación a estas
representaciones excepcionales. Es decir, el porqué la inquisición las toleró. Porque la inquisición, aquella abominable manera de interpretar muchos modos de vivir y de pensar, se metió por medio desde que el Concilio de Trento dictó normas sobre todo lo posible. También acerca del culto y el modo de vestir a los santos. La inquisición se erigió en guardiana de los dictados tridentinos sin que nadie se lo pidiera, y ya sabemos lo que ocurrió.
VIRGEN DEL CAMINO. LUGO |
A
veces me he preguntado cómo la inquisición transigió con estas imágenes que
rompían los modelos prefijados de la virgen, sus símbolos. No dispongo de
respuesta, la verdad, pero me gusta pensar que una vez que se han fijado los
cánones con que se representan determinadas ideas, símbolos o personas, con lo
que cuesta conseguirlo (culturalmente hablando), debe ser difícil aceptar representaciones alternativas,
que puedan romper las normas pautadas. Por eso comprendo menos esas excepciones
en la iconografía mariana.
Ahora
quiero volver a hablar de la imagen del monasterio compostelano
de Sampaio
Antealtares. Realmente esa imagen es una gran ambigüedad, pues no sabemos
si representa a una mujer que está cubierta o destocada. Alguien foráneo diría que, en ese plan, es una imagen muy gallega. Algo así como aquel que,
según el tópico, no se sabe si sube o baja una escalera, o el sibilino “sí,
pero no, aunque en el fondo no, pero sí”… Aunque tal vez con
ese modo que se nos atribuye, podría decir que sí, que se salvó de las iras de
Torquemada, tal vez porque en relación a su melena, lo más fácil
era que “quién sabe”. Una suerte para nosotros que se haya salvado de las iras
del fraile, pues gracias a eso podemos disfrutar de una hermosa talla barroca.
MARIA MAGDALENA |
Por
el contrario, María Magdalena, mujer de vida licenciosa declarada, siempre aparece con
toda su melena desplegada en plan de recordarnos su vida anterior. Como modelo, debió ser un recreo
para los retratistas de cualquier época al poderse entretener representando su melena al viento.
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