LA BALANZA DEL ROMANICO ÁBSIDE DEL SAR |
En
días de orballo me gusta ir al Sar. Es decir, a la Colegiata del Sar, pero en
Compostela abreviamos su nombre de ese modo, el Sar. Me gusta en días de lluvia
sosegada, pues se impregna de un aire melancólico que le viene muy bien. No
digo, faltaría más, que en días soleados esté fea, o parezca altiva, incluso
distante. Nada de eso, siempre inspira un gran sosiego e infunde una gran
serenidad en mi ánimo. Pero si mi visita está aderezada con la lluvia mansa del
orballo y su silencio, todo cuanto veo y siento invita a un gran recogimiento y
a una visita, también, a mi interior. No sé si me explico.
Hablaré agora del ábside y el claustro, pues de las naves ya he escrito aquí hace poco
tiempo. Aunque se nos dice que el conjunto data del siglo XII, me parece que se
pueden hacer apreciaciones. Yo creo que el ábside es anterior al claustro. Lo
digo basándome en la ornamentación. En aquel aparecen imágenes propias del
románico, como son los ángeles con la balanza con que pesar nuestras obras,
dentro del más puro espíritu románico inspirado en el Apocalipsis y las
postrimerías.
En
el claustro, no obstante, ese espíritu deseoso de amedrentar parece haber
desaparecido, por eso creo que su construcción es posterior. Los capiteles ya
no muestran diablos ni escenas infernales. Ahora son vegetales los que los
adornan. Vegetales imaginarios que crean un mundo fantasioso en quienes los
miran con ojos avisados. Vegetales hechos piedra como en el claustro del actual
museo de Lugo o en las naves del Monasterio de Carboeiro. El gótico ya está
aquí y Cristo ya no es el Juez representado en el Pórtico de la Gloria. Ahora
es el hombre que aparece en el vientre de su madre en las múltiples
anunciaciones
que adornan numerosos tímpanos de nuestros templos. Y los
capiteles se llenan de la belleza vegetal que siempre debieron tener.
ORNAMENTACIÓN VEGETAL |
El
claustro del Sar tiene la virtud de conferir una gran intimidad. En el silencio
generado por el orballo, define una atmósfera acogedora como pocas en Santiago,
y eso que del claustro original sólo queda un ala. Es el único en su estilo que
hay en Compostela.
A veces pienso que, cuando se construyó, tal vez había terminado la época de riqueza en
la Colegiata. Tal vez por eso en él no hay bóvedas de ningún tipo, solo un
rústico techo de madera que se apoya en ménsulas que sobresalen del mismo muro
del claustro, por eso creo que ya fue construido de ese modo.
EL ALA QUE QUEDA. TECHO DE MADERA SUSTENTADO EN MÉNSULAS DE LA ESTRUCTURA |
Atribuido
al Maestro Mateo, nunca he visto un espacio tan capaz de transmitir tanto
sentimiento. Para mí, solo ese lienzo de un claustro que, completo, debió ser
maravilloso, sirve para hacer de él uno de los lugares indispensables cuando
hablamos de conocer Compostela.
También
me he preguntado en más de una ocasión qué variables utilizarían los maestros
constructores de entonces para hacer unos interiores tan acogedores como
hicieron. Hoy nos lo siguen pareciendo. Dimensiones, techos, puntos de luz,
sonoridad, todo ello conjuntado para regalarnos una sensación que para nada ha
cambiado a lo largo de todos estos siglos.
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