SOLSTICIO DE INVIERNO, 2009 CATEDRAL DE SANTIAGO |
Alguien me dice que el rayo presente en una foto mía,
publicada aquí, le evoca la divinidad. La verdad es que lamento tal evocación,
pues un fenómeno natural, perfectamente predecible, no debería evocar nada
divino, que suele ser sinónimo de inusual, extraordinario, A los hombres de ciencia
no les gusta la idea de un Dios contraviniendo las leyes naturales. “Dios no
juega a los dados”, dijo Einstein cuando, admitiendo su existencia, rehusaba la
idea de que rompiese las leyes naturales, impuestas por Él mismo, dando paso al
azar.
Esto de Dios y las leyes que rigen la naturaleza ha
sido objeto de muchas y profundas reflexiones por parte de filósofos y
científicos. A la gente de la calle nunca le importó nada, si bien algunas veces
persiguió de manera cruenta a quienes, se decía, alteraban el orden
establecido. Otra cosa es decidir qué entendemos por “orden establecido”,
claro, pero el favor popular es algo de lo que conviene dudar.
SOLSTICIO DE INVIERNO, 2011 CATEDRAL DE LUGO |
Hablando de Dios, su Creación y sus leyes, Descartes
dijo que al día siguiente de haber creado el Universo, Dios emitió las leyes
por las que se regiría, dejó todo funcionando de modo exacto, y se dedicó a
otras cosas. A nosotros, decía Descartes, nos corresponde estudiar el modo en
que las cosas funcionan y, al hacerlo, estamos estudiando la obra de Dios. A
esto se llamó teología natural desde los tiempos de los Padres de la Iglesia.
El concepto de milagro, como alteración del orden
establecido, nunca entró en las ideas de filósofos ni científicos. Jamás se
rehusó exponer las propias ideas acerca de la divinidad y todos ellos, hasta el
siglo XVIII, indicaron en sus obras sus respectivas ideas de Dios y de su
incidencia en el mundo. A partir del siglo XIX, las creencias de los escritores
pasan a ser algo personal, privado de cada uno. Por tanto, ya no se exponen en
las obras científicas y no se pueden deducir a partir de ellas.
NO ES DIVINIDAD DEL BOSQUE ES EL SOL TRAS UN ARBOL |
De todos modos, eso de relacionar la divinidad con
manifestaciones inesperadas o de bajísima frecuencia, ha sido una costumbre muy reiterada en la historia de nuestro pensamiento, desde las religiones más
antiguas conocidas. Los primeros que se alzaron contra tal manera de pensar,
fueron los filósofos jónicos que, ya en el siglo V aC, dijeron que los
fenómenos naturales se tenían que explicar mediante causas naturales, que era
preciso encontrar mediante el estudio. Como corroboración de lo que decían,
predijeron un eclipse solar y acertaron.
No siempre los diferentes descubrimientos fueron
objeto de alabanza. Muchos sabios sufrieron persecuciones de diversa índole. No
voy a citar ningún nombre, pues no es ésta mi intención ahora. Pero no fueron
pocas las veces en que se creyó que el avance científico atentaba contra la
religión.
Es curiosa la dualidad, entre ciencia y creencia (a
veces en forma de religión) y sus antagonismos. Las religiones, todas, tienden
a tranquilizar a sus seguidores, relatándoles mitos que agradan y que
contribuyen a hacer más llevaderas sus vidas. La ciencia se preocupa por
explicar el entrono y lo que ocurre, sirviéndose de los conocimientos
disponibles en cada momento histórico. Nunca la ciencia busca la tranquilidad
ni la felicidad de sus seguidores, eso es cosa de cada cual y de su modo de
acomodarse a la realidad. La ciencia, simplemente, ofrece interpretaciones
pretendidamente fieles y, siempre, en constante revisión lógica, pues nuevos
descubrimientos obligan a replantearse los conocimientos previos.
RAYO Y REFLEJO, 2009 ASOMBROSO, PERO NO DIVINO |
Hay cosas que las tenemos bien sabidas: en invierno
el sol está bajo en nuestro horizonte europeo. El rayo de la foto lo vemos
gracias al llamado efecto Tyndall, que es el fenómeno físico que hace que las
partículas coloidales presentes en una disolución o en un gas, sean visibles al
dispersar la luz. Eso es lo que ocurre cuando ese rayo de sol atraviesa el
interior de las catedrales. Si bien sólo entra en ellas en días del solsticio
de invierno, cuando está bajo sobre el horizonte. Si vemos el rayo es porque
hay polvo en suspensión, o humo en el aire de las catedrales y no creo que, en
esto, tengan que mediar divinidades. De hecho, es un fenómeno predecible para
esos dias con la única condición de que no haya nubes y, por tanto, luzca el
sol.
Presento fotos de rayos de sol penetrando en las
Catedrales de Lugo y Santiago. No hice más fotos de ese tipo, pues tampoco voy
fotografiando rayos de sol que atraviesen cristales sin romperlos ni
mancharlos.
Si a pesar de saber sus causas físicas, uno se siente
sobrecogido por la belleza o por cualquier otro motivo personal, es algo muy
respetable por mi parte, faltaría más. Sentirse emocionado ante algo bello, es
una suerte que conviene cultivar, pues produce muchas sensaciones felices.
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