viernes, 17 de marzo de 2017

Vieiras, vieiras

Eran otros tiempos y convenía que hubiese leyendas como medio de atraer gente hasta esta esquina del mundo. Leyendas que hablasen de cánticos celestiales, dragones con princesas presas o emperadores recibiendo en sueños peticiones de auxilios. Leyendas que, fieles a sí mismas, envolviesen todo en un halo de misterio imposible de desvelar.

Leyendas que eran creídas, nunca cuestionadas. Los cánticos los escuchó Pelayo, monje de San Fiz de Salovio quien, relacionando esas voces con las estrellas que había visto caer días antes, (tal vez Perseidas en agosto), se puso a excavar y encontró nada menos que un sepulcro con tres esqueletos antiguos. Avisó al rey, Alfonso II, y al obispo Teodomiro, quienes vinieron desde Oviedo e Iria Flavia y atestiguaron que “por las señas que presentaban” no había duda de que se trataba de los restos del Apóstol Santiago y dos Varones Apostólicos. Era el año 810 y empezó todo, o casi.


EL APOSTOL SANTIAGO PIDE AYUDA A CARLOMAGNO

Los dragones con princesas prisioneras tuvieron menos suerte. Un muchacho llamado Jorge lo mató, quienes lo vieron dicen que en feroz contienda. Por eso, Jorge fue canonizado como santo y hoy es el patrón de varios países mediterráneos. De la princesa no sabemos nada, ni siquiera el nombre, lo cual no deja de ser una manifestación de machismo temprano.
Las leyendas siguieron, era preciso afianzar el milagro. Hubo quienes vieron al Apóstol cabalgando y luchando contra los infieles en una batalla de dudosa existencia. Hizo milagros, pero no muy sonados. Aunque el más sonado es ese reguero de gente que, desde entonces, desde un lejano entonces, no cesa de venir a postrarse ante los restos atribuidos al Santo. Y, curiosamente, muchas cosas atribuidas a leyenda e invención, con el tiempo han ido consolidándose como verídicas pruebas documentales, como ha sido el caso de la existencia de Teodomiro, de quien no existía ni un solo documento, pero en la excavaciones de la catedral de Santiago apareció su sepulcro con un epitafio en el que, perfectamente legible, aparece su nombre y su cargo: “Theodomirus, episcopus iriensis…”

EN LA BATALLA DE CLAVIJO
Lo que sí creo que es una invención de un tercero es el sueño de Carlomagno en el que se le aparece el Apóstol y le pide que venga a liberar su sepulcro. En el cielo le deja señalado el camino para llegar a él. Hoy a la Vía Láctea, también le llamamos Camino de Santiago, pero si sabemos de ese sueño es porque el Emperador lo tuvo que contar, y no me lo imagino como alguien que anda contando sus sueños, digo yo.

LA QUE MÁS ME GUSTA

A veces, cuando voy a la Catedral, bajo hasta el Sepulcro del Apóstol y no dejo de emocionarme una vez más al pensar en cuánta historia mezclada con fantasía se entrecruzan para llegar a donde estamos hoy. Sí, ya sé que hay datos tan fehacientes a favor de otras presencias en esa tumba. ¿Y qué? Lo importante, para mí ha sido la tremenda influencia que ha tenido el camino en la configuración de esto que hoy conocemos como Europa.

LA HE DESCUBIERTO HACE UNOS DIAS

Lenguas, tradiciones, estilos artísticos, relatos, que vinieron y fueron, que habitaron en el Camino de la mano de cualquier juglar de los que iban y venían. Menéndez Pidal, rastreando romances, encontró un vestigio de Gerineldo en Dinamarca. Seguramente llegó allí, dijo nuestro investigador, en el zurrón cultural de algún peregrino que regresaba.

PARA MI GUSTO, LA MÁS ELEGANTE
Yo no sé qué esperan encontrar, aparte de la lluvia de indulgencias, cuando llegan a esta ciudad que, por otra parte, ha cambiado mucho. Abundan las tiendas de camisetas con leyendas horteras (no vale poner un ejemplo), los recuerdos made in china y la comida rápida como en cualquier otro lugar inespecífico. También, sabiéndolo buscar, hay buenos sitios en los que comer pulpo, comprar figas de azabache con las que ahuyentar a las meigas, y saborear sentirse en Compostela.

RÚSTICA

Y la vieira. Otra leyenda en la que resulta muy difícil creer. Pero nadie discute que hubo y sigue habiendo relación entre Compostela y la vieira. Tal vez el peregrino no espere encontrar tanta vieira esculpida en las calles, en paredes de casas nobles y no tan nobles. Relieves rústicos o elaborados, pero ahí están como recordando a todos dónde se encuentran, si acaso lo han olvidado.


LA MÍA. DONDE ESCRIBO. AL ALCANCE
DE MI MANO

Sé que son símbolo de propiedad, por parte del Cabildo compostelano, de los bienes inmuebles que ha ido acumulando a lo largo del tiempo. Ciudadanos generosos los  dejaron para su catedral y su administración. Pero para los más, es un símbolo inequívoco de dónde nos encontramos.


DESTROZADA. COMO SI MOLESTASE
Me gusta encontrarme con vieiras y tengo unas cuantas en mi memoria para recrearme siempre que quiero volver a verlas. Como siempre ocurre y depende de mi estado de ánimo, nunca son iguales a sí mismas.

En estos tiempos de globalización y desconcierto, cuando en Compostela alguien pregunta por dónde se va a la Torre Inclinada, la vieira es el objeto más vendido en las tiendas. Por encima de camisetas con lemas tastimosos o muñecos para ser tirados a la vuelta de la esquina, las vieiras se venden a mansalva. Naturales, de orfebrería, bisutería o azabache, para colgante, broche, pendientes, gemelos, para lo que sea, ahí están las vieiras como oferta de un acertado recuerdo.

Más tarde, cuando los peregrinos marchen de regreso, cada uno por su medio, la mayoría llevará una vieira en su mochila. Bien visible, como un glorioso trofeo que cada uno sabe lo que ha costado ganarse.

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