Eran otros tiempos y convenía que hubiese leyendas como
medio de atraer gente hasta esta esquina del mundo. Leyendas que hablasen de
cánticos celestiales, dragones con princesas presas o emperadores recibiendo en
sueños peticiones de auxilios. Leyendas que, fieles a sí mismas, envolviesen
todo en un halo de misterio imposible de desvelar.
Leyendas que eran creídas, nunca cuestionadas. Los cánticos los escuchó Pelayo, monje de San Fiz de Salovio quien, relacionando esas voces con las estrellas que había visto caer días antes, (tal vez Perseidas en agosto), se puso a excavar y encontró nada menos que un sepulcro con tres esqueletos antiguos. Avisó al rey, Alfonso II, y al obispo Teodomiro, quienes vinieron desde Oviedo e Iria Flavia y atestiguaron que “por las señas que presentaban” no había duda de que se trataba de los restos del Apóstol Santiago y dos Varones Apostólicos. Era el año 810 y empezó todo, o casi.
Leyendas que eran creídas, nunca cuestionadas. Los cánticos los escuchó Pelayo, monje de San Fiz de Salovio quien, relacionando esas voces con las estrellas que había visto caer días antes, (tal vez Perseidas en agosto), se puso a excavar y encontró nada menos que un sepulcro con tres esqueletos antiguos. Avisó al rey, Alfonso II, y al obispo Teodomiro, quienes vinieron desde Oviedo e Iria Flavia y atestiguaron que “por las señas que presentaban” no había duda de que se trataba de los restos del Apóstol Santiago y dos Varones Apostólicos. Era el año 810 y empezó todo, o casi.
EL APOSTOL SANTIAGO PIDE AYUDA A CARLOMAGNO |
Los dragones con princesas prisioneras tuvieron menos
suerte. Un muchacho llamado Jorge lo mató, quienes lo vieron dicen que en feroz
contienda. Por eso, Jorge fue canonizado como santo y hoy es el patrón de
varios países mediterráneos. De la princesa no sabemos nada, ni siquiera el
nombre, lo cual no deja de ser una manifestación de machismo temprano.
Las leyendas siguieron, era preciso afianzar el milagro.
Hubo quienes vieron al Apóstol cabalgando y luchando contra los infieles en una
batalla de dudosa existencia. Hizo milagros, pero no muy sonados. Aunque el más
sonado es ese reguero de gente que, desde entonces, desde un lejano entonces, no cesa
de venir a postrarse ante los restos atribuidos al Santo. Y, curiosamente,
muchas cosas atribuidas a leyenda e invención, con el tiempo han ido
consolidándose como verídicas pruebas documentales, como ha sido el caso de la existencia
de Teodomiro, de quien no existía ni un solo documento, pero en la excavaciones
de la catedral de Santiago apareció su sepulcro con un epitafio en el que,
perfectamente legible, aparece su nombre y su cargo: “Theodomirus, episcopus iriensis…”
EN LA BATALLA DE CLAVIJO |
Lo que sí creo que es una invención de un tercero es el
sueño de Carlomagno en el que se le aparece el Apóstol y le pide que venga a
liberar su sepulcro. En el cielo le deja señalado el camino para llegar a él.
Hoy a la Vía Láctea, también le llamamos Camino de Santiago, pero si sabemos de
ese sueño es porque el Emperador lo tuvo que contar, y no me lo imagino como
alguien que anda contando sus sueños, digo yo.
LA QUE MÁS ME GUSTA |
A veces, cuando voy a la Catedral, bajo hasta el Sepulcro
del Apóstol y no dejo de emocionarme una vez más al pensar en cuánta historia
mezclada con fantasía se entrecruzan para llegar a donde estamos hoy. Sí, ya sé
que hay datos tan fehacientes a favor de otras presencias en esa tumba. ¿Y qué?
Lo importante, para mí ha sido la tremenda influencia que ha tenido el camino
en la configuración de esto que hoy conocemos como Europa.
LA HE DESCUBIERTO HACE UNOS DIAS |
Lenguas, tradiciones, estilos artísticos, relatos, que
vinieron y fueron, que habitaron en el Camino de la mano de cualquier juglar de
los que iban y venían. Menéndez Pidal, rastreando romances, encontró un
vestigio de Gerineldo en Dinamarca. Seguramente llegó allí, dijo nuestro
investigador, en el zurrón cultural de algún peregrino que regresaba.
PARA MI GUSTO, LA MÁS ELEGANTE |
Yo no sé qué esperan encontrar, aparte de la lluvia de
indulgencias, cuando llegan a esta ciudad que, por otra parte, ha cambiado mucho.
Abundan las tiendas de camisetas con leyendas horteras (no vale poner un
ejemplo), los recuerdos made in china y la comida rápida como en cualquier otro
lugar inespecífico. También, sabiéndolo buscar, hay buenos sitios en los que comer
pulpo, comprar figas de azabache con las que ahuyentar a las meigas, y saborear
sentirse en Compostela.
Y la vieira. Otra leyenda en la que resulta muy difícil
creer. Pero nadie discute que hubo y sigue habiendo relación entre Compostela y
la vieira. Tal vez el peregrino no espere encontrar tanta vieira esculpida en
las calles, en paredes de casas nobles y no tan nobles. Relieves rústicos o
elaborados, pero ahí están como recordando a todos dónde se encuentran, si
acaso lo han olvidado.
LA MÍA. DONDE ESCRIBO. AL ALCANCE DE MI MANO |
Sé que son símbolo de propiedad, por parte del Cabildo
compostelano, de los bienes inmuebles que ha ido acumulando a lo largo del
tiempo. Ciudadanos generosos los dejaron
para su catedral y su administración. Pero para los más, es un símbolo
inequívoco de dónde nos encontramos.
Me gusta encontrarme con vieiras y tengo unas cuantas en mi memoria para recrearme siempre que quiero volver a verlas. Como siempre ocurre y depende de mi estado de ánimo, nunca son iguales a sí mismas.
En estos tiempos de globalización y desconcierto, cuando en Compostela alguien pregunta por dónde se va a la Torre Inclinada, la vieira es el objeto más vendido en las tiendas. Por encima de camisetas con lemas tastimosos o muñecos para ser tirados a la vuelta de la esquina, las vieiras se venden a mansalva. Naturales, de orfebrería, bisutería o azabache, para colgante, broche, pendientes, gemelos, para lo que sea, ahí están las vieiras como oferta de un acertado recuerdo.
Más tarde, cuando los peregrinos marchen de regreso, cada uno por su medio, la mayoría llevará una vieira en su mochila. Bien visible, como un glorioso trofeo que cada uno sabe lo que ha costado ganarse.
DESTROZADA. COMO SI MOLESTASE |
En estos tiempos de globalización y desconcierto, cuando en Compostela alguien pregunta por dónde se va a la Torre Inclinada, la vieira es el objeto más vendido en las tiendas. Por encima de camisetas con lemas tastimosos o muñecos para ser tirados a la vuelta de la esquina, las vieiras se venden a mansalva. Naturales, de orfebrería, bisutería o azabache, para colgante, broche, pendientes, gemelos, para lo que sea, ahí están las vieiras como oferta de un acertado recuerdo.
Más tarde, cuando los peregrinos marchen de regreso, cada uno por su medio, la mayoría llevará una vieira en su mochila. Bien visible, como un glorioso trofeo que cada uno sabe lo que ha costado ganarse.
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