MONTES DO INCIO |
Me
gusta pasear por el bosque. Ya antes de realizar mis estudios me gustaba. Siendo
estudiante de Ciencias Biológicas, en Barcelona, aprendí a descifrar su
situación biológica a través de sus síntomas. Creo conocerlo, aunque siempre
aprendo cuando acompaño a quienes dedican su labor a su mantenimiento y cuidado.
Cuando paseo solo, todo es cuestión de pensar mientras observo el entorno. Es
bonito comprobar cómo las semillas germinan y hay pequeños árboles que pugnan
por lograr un lugar en el que desarrollarse. Sé que es difícil que lo alcancen
si estamos en el centro del bosque, donde la competencia entre los árboles que
lo pueblan es muy alta. Todo está ocupado, no como en las zonas periféricas,
donde hay lugares para posibles expansiones y la posibilidad de alcanzar la madurez
es mayor. Visito el bosque con
criterios familiarizados con la selección
natural, y constato los múltiples
ejemplos que me encuentro de ella. Para eso no hace falta viajar a
regiones alejadas. Un simple paseo por las Saamasas, en Lugo, o por el valle
del Tambre, cerca de Santiago, me permite disfrutar de todo esto. Naturaleza
pura y biología pura.
MÁRGENES DEL RÍO MIÑO BOSQUE LIMPIO |
A
veces, las cosas no son tan bucólicas como pudiera parecer. Muchos lugares han
sido transformados en basureros incontrolados donde, incluso, podemos ver
colchones o electrodomésticos tirados con total impunidad.
La
verdad es que tenemos el mal hábito de maltratar al bosque. En
nuestro modo de
hablar decir de algo que “está a monte” es sinónimo de decir que es un desastre
fuera de control. Esa frase es un exponente de lo que muchos creen que es el bosque:
un lugar desorganizado. No digamos nada de sus necesidades de cuidados. Para
muchos, esas labores son supérfluas.
MEDIANAMENTE LIMPIO |
En
general, el bosque se ha degradado mucho en los últimos años. Todos, por poco
que vayamos a él, tenemos experiencia de lugares que fueron hermosos hasta hace
poco y que hoy son un auténtico desastre tanto humano, como ecológico y
económico.
No
me explico que siendo, como somos, una gran potencia maderera europea, tengamos
tan olvidada esta gran fuente de riqueza. Y tan menospreciada. Porque si bien
es verdad que muchos de sus
beneficios tienen destinatarios directos, que son
sus propietarios, también es cierto que nos aporta otros beneficios no
cuantificables, en su mayor parte de índole ecológica, y cuyos destinatarios
somos todos, seamos o no propietarios de los terrenos.
BOSQUE LIMPIO |
A
veces me duele pensar en este progresivo deterioro, acompañado del olvido y el
menosprecio, que sufren nuestros bosques. Al ver el bosque sucio, abandonado,
expuesto a miles de agresiones, de las que el fuego no es la única, añoro un
buen pacto de gobierno que impulse una racional política forestal, que generaría un monte limpio, bien cuidado y menos proclive a sufrir incendios.
Los frutos de esta actuación serían un bosque del que sentirnos orgullosos, generando beneficios de
toda índole para todos y con muchos puestos de trabajo estable para gente de
diversa cualificación. Para algo somos una potencia forestal. Me atrevería a
decir que a pesar de nosotros mismos.