|
PELEGRIN |
Fue en l985 cuando la UNESCO declaró Patrimonio de la
Humanidad a la ciudad de Santiago de Compostela. Pocos años más tarde, el Camino
recibió un honor similar. Con estos reconocimientos internacionales al entorno
del Apóstol, se esperaba un fuerte incremento de peregrinos, que en los últimos
años habían caído hasta cifras paupérrimas. Por ejemplo, según datos de la
misma Catedral de Santiago, en 1977 habían sido 31 los llegados, mientras que
en 1973 lo hicieron 38.
Esos
datos no los creo, pues recuerdo más gente en aquellos años. Tal vez se
refieran a quienes iban a la Oficina del Peregrino a dar su nombre y retirar su
correspondiente Compostelana, pero como aún no estaban oficializadas tales
costumbres, la gente venía, rezaba, ganaba el jubileo y se iba tan contenta,
sin preocuparse de pasar a formar parte de ninguna estadística.
|
COMPOSTELANA |
De
todos modos, era preciso arreglar muchas cosas, tenerlas dispuestas para
recibir a los muchos peregrinos que se esperaban y que, después, no defraudaron en
cuanto a su número. Convenía preparar albergues, caminos, estructuras
logísticas, señalar sendas y, en general, había que actualizar todo. Se
consiguió que se implicasen en el proyecto las Comunidades Autónomas por las
que pasaba el Camino y de eso se encargó el gobierno autónomo. Creo que se realizó
una buena labor.
Lo
primero que se hizo fue buscar un nombre adecuado para el Año Santo. Se quería
que volviesen a caminar los mismos tipos de gente que ya lo habían hecho siglos
atrás, personas que venían con muy diversos intereses: religiosos,
espirituales, deportivos, culturales, económicos e, incluso, indefinibles. Se
buscó al peregrino de hoy con similar perfil humano al que había tenido a lo
largo de los siglos anteriores. Al Año Santo se le llamó Año Xacobeo, Xacobeo
para los amigos. Se prescindió del calificativo “Santo”, tal vez huyendo de un
posible rechazo por parte de quienes no tienen la religión como norma. Si a la
Iglesia, que fue quien custodió el Año Santo durante siglos, no le pareció mal
esta desacralización, no voy a ser yo quien diga algo disonante. Es más fácil aglutinar a gente diversa al reclamo de un año Xacobeo, que de uno que sea Santo, eso es cierto.
|
LOGOTIPO DEL 93 UN AFORTUNADO ACIERTO |
Otra
cosa era el logotipo, pues tal vez estuviese bien dejar de lado la “eterna”
vieira. Imágenes antiguas presentaban a peregrinos, que eran distinguibles por
su vieira en zurrones, sombreros u otras prendas personales. Ahora tal vez
conviniese algo más acorde con los tiempos. Más nuevo o actual.
Se
escogió el llamado Pelegrín, un dibujo simpático que pronto llenó todos cuantos
lugares promocionales pudiese haber, pero hubo quienes hablaron de haber
frivolizado el Xacobeo. Tras una intensa crítica, el Pelegrín fue decayendo en
presencia.
Llegó
el Año 1993, que era Santo aunque se llamase Xacobeo. Se esperaban peregrinos y
se hizo un logotipo acertado, jugando con el 93, el bordón y la calabaza. Pero era un logotipo efímero, pues al años siguiente ya estaba obsoleto.
|
INSUBSTITUIBLE |
Después
de mucho revolver posibilidades, se llegó al logotipo que conocemos, una vieira
estilizada en la que sólo se han dibujado varias líneas convergentes en un
centro. Como las crestas de una concha, que queda perfectamente definida. De color amarillo, esa señal vuelve a
ser el símbolo del camino, junto con la flecha, también de color amarillo,
incorporada por D. Elías Valiño y sus infatigables actuaciones.
La
vieira ha demostrado ser un símbolo muy sólido del Camino y de lo jacobeo. Los
intentos de substituirla sólo han servido para decirnos que hay símbolos
intocables. Los tiempos cambian, los nombres cambian, pero los símbolos permanecen si están arraigados,
por mucho que se hayan querido cambiar o substituir. Todo cuanto diga al
respecto es superfluo.
|
EN MOJONES DE CAMINOS |
|
...Y LA ENTRAÑABLE FLECHA AMARILLA |