Ahora no puedo hablar de arte ni
de los productos sublimes de una inteligencia y de una cultura, a la que
pertenezco, callando una situación de injusticia y vergüenza que clama a
nuestro lado.
Vergüenza, eso es lo que siento,
una vergüenza profunda al vernos tan despreocupados, tan atentos a nuestro
IBEX-35 con sus míseras fluctuaciones o viendo cómo las cosas cambian poco para
no cambiar mayormente. Nuestra economía sube, el paro no baja. Lo de siempre
dentro de unos límites sostenibles, como dice el tiempo que llevamos así sin
que se generen mayores conflictos. Mientras nos quejamos de fruslerías, de cosas
de gente rica, sabemos que miles de personas quieren llegar a nuestra bendita
Europa muriéndose en el intento. Según todos esos desventurados, vivimos en
tierra de promisión, pero les impedimos violentamente los accesos. Se los hemos
cerrado con muros, con concertinas y gases lacrimógenos. Ahora se amenaza con repelerlos con
ejércitos, mientras Cameron les llama "plaga".
Para ellos somos el país de la riqueza, de donde llegaron sus descubridores, sus misioneros, quienes les llevaron el conocimiento y el supuesto desarrollo. Pienso en Francia, Holanda, Italia, Reino Unido y otros montando allí sus colonias. Ahora, que nos necesitan, los desheredados del mundo quieren venir a estos supuestos paraísos del bienestar, buscando participar honradamente de unos beneficios de los que siempre hemos presumido, pero les cerramos las puertas. No queremos saber nada de ellos. Sabemos, y saben, que sus antepasados contribuyeron a nuestro enriquecimiento, pero hoy les damos la espalda.
Para ellos somos el país de la riqueza, de donde llegaron sus descubridores, sus misioneros, quienes les llevaron el conocimiento y el supuesto desarrollo. Pienso en Francia, Holanda, Italia, Reino Unido y otros montando allí sus colonias. Ahora, que nos necesitan, los desheredados del mundo quieren venir a estos supuestos paraísos del bienestar, buscando participar honradamente de unos beneficios de los que siempre hemos presumido, pero les cerramos las puertas. No queremos saber nada de ellos. Sabemos, y saben, que sus antepasados contribuyeron a nuestro enriquecimiento, pero hoy les damos la espalda.
Algunos países
trataron a los habitantes de sus colonias como verdaderos desechos humanos. En un
pabellón de un país europeo, durante una feria internacional, los abuelos
de un conocido futbolista de élite, hoy retirado, fueron exhibidos en una jaula,
como muestras de fauna africana. Sin comentario, pero se me pusieron los pelos
de punta cuando el futbolista lo comentó por tv en un hermoso castellano. Por
otra parte, recuerdo como en su día se decidió que el 1 de enero de 1960, el
Congo Belga alcanzaría la independencia. Los últimos meses de 1959 de la
colonia vieron cómo los colonos belgas huían despavoridos por miedo a lo que les
pudiese ocurrir si no escapaban. Y ocurrió, había mucho odio acumulado en la
población nativa. (Ante las crueldades que se desataron, apareció en España una
canción cantada por un fulano, (cuyo nombre no digo, pero recuerdo
perfectamente), que se llamaba “¿Qué pasa en el Congo?” Era una burla hacia lo
que allí estaba ocurriendo.
Se nos educó en la inopia. Los primeros conocimientos que muchos niños tuvimos de los africanos fueron acerca de los “negritos del África tropical, que cultivando cantaban la canción del Cola-Cao”. Luego supimos que aquellos negros, no negritos, no cantaban al cultivar cacao para los niños blancos. Durante años, Baltasar fue el preferido de los niños españoles que al dormir soñaban con los Reyes Magos. Pero todo aquello acabó al ir cumpliendo años.
Se nos educó en la inopia. Los primeros conocimientos que muchos niños tuvimos de los africanos fueron acerca de los “negritos del África tropical, que cultivando cantaban la canción del Cola-Cao”. Luego supimos que aquellos negros, no negritos, no cantaban al cultivar cacao para los niños blancos. Durante años, Baltasar fue el preferido de los niños españoles que al dormir soñaban con los Reyes Magos. Pero todo aquello acabó al ir cumpliendo años.
Pobre Europa, tan engreída por
nuestras propias glorias, por nuestros logros y por nuestra vanidosa incidencia
en una Historia que nosotros mismos nos encargamos de escribir. La cuna del pensamiento, de los derechos
humanos, de las formas de expresión, patria de descubrimientos geográficos y
científicos. Muchas veces pienso que todo eso no es más que un lujo de gente
satisfecha consigo misma. ¿Es que nuestra ceguera nos impide ver la injusticia
que estamos permitiendo? ¿A quién tememos para no articular una respuesta
común? Mientras, el Mediterráneo sigue creciendo como tumba común en la que
mueren miles y miles de personas como nosotros y vemos que, como entidad
política, nos falta mucho para alcanzar una deseada madurez colectiva.
Me conmueven las miradas de esos
seres indefensos pidiendo nada, sólo una chispa de comprensión y ayuda. Me rompen el ánimo esos niños
mirando a las cámaras. Me dirán que no hay presupuestos y
qué sé qué mas cosas. Puestos a buscar disculpas, siempre las habrá y tan
contundentes como falsas. Si ponemos precio a esas vidas, a esas esperanzas
frustradas, mejor dejemos que vengan otros.
¿Que qué hay que hacer? No lo sé, pero hay muchos, inteligentes y en puestos de responsabilidad, capacitados para encaminar este desastre humano. No me considero capaz de dar consejos, pero sí quiero decir aquí lo que
siento cuando veo tanto destrozo humano que se está perpetrando de modo totalmente impune. Sé que es muy difícil articular medidas eficaces de asilo, pero también sé que esta Unión Europea está en fase de pérdida de población y hacen falta esos aportes de inmigrantes. ¿No se les puede dar una oportunidad? Nos necesitan y los necesitamos. Nosotros somos los más necesitados.
Hoy son muchos los que mueren a diario y a nadie parece importar. Salvo palabras que cada vez suenan más huecas, no veo nada positivo para solucionar esas historias personales, pero solucionarlas con finales dignos. No pido que sean felices, pero sí dignos, como corresponde a unas personas con unos derechos que hemos definidos los europeos..
Hoy son muchos los que mueren a diario y a nadie parece importar. Salvo palabras que cada vez suenan más huecas, no veo nada positivo para solucionar esas historias personales, pero solucionarlas con finales dignos. No pido que sean felices, pero sí dignos, como corresponde a unas personas con unos derechos que hemos definidos los europeos..
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