Cuando hablo de poblaciones con pequeño tamaño,
siempre advierto del riesgo de consanguinidad en ellas. No es lo mismo cuando una
población de 20 individuos (es un decir) está formada por 10 machos y 10
hembras, que cuando cuenta con 1 macho y 19 hembras. En este segundo caso, los primeros
descendientes serían todos hermanos, lo cual podría llevar a un desastre en
pocas generaciones debido a consanguinidad.
¿Es mala la consanguinidad? Yo suelo contestar que
depende de la estrategia biológica de la especie. No hay reglas generales para
indicarnos su bondad o maldad intrínseca.
Pero antes, mejor defino qué entiendo por
consanguinidad en genética. Decimos que se produce consanguinidad en una pareja
procreadora cuando ambos miembros son parientes por poseer un antepasado común.
Hay diferentes grados de consanguinidad, dependiendo del grado de parentesco
que une a ambos progenitores o, lo que es lo mismo, de la lejanía, en el árbol
genealógico, del antepasado común. En la práctica, puede ocurrir que un
individuo determinado herede de ese antepasado un gen malo, que le llega tanto
por vía paterna, como por vía materna.
La consanguinidad no tiene porqué ser mala de por
sí. Realmente, en la escala de seres vivos, vegetales y animales, hay muchas
especies que son obligadamente consanguíneas, pues se reproducen por autofecundación. Lo malo de esta situación ocurre
cuando está asociada a la presencia en las familias de alelos malos, de esos
que generan situaciones perniciosas. Es entonces cuando se llegan a cotas
peligrosas de supervivencia para las poblaciones, y tal situación es más fácil
que ocurra en poblaciones pequeñas.
Muchas especies han visto reducida su presencia en sus áreas de distribución. Hoy en día, en muchos parques zoológicos existen
programas de renovación de fondos genéticos de determinadas especies. Por
ejemplo, vuelvo a la población de 20 urogallos en los Ancares, aquella de la que
he hablado hace unas pocas entradas. Deducimos que esta población se ha formado por 40
gametos (20 óvulos y 20 espermatozoides). Si la tasa de mutación de cualquier
gen es de un mutante nuevo por cada millón de gametos, está claro que poca
variabilidad génica podrá aparecer en dicha población a lo largo de muchas generaciones. La variabilidad alélica es
fundamental para que, basándose en ella, se generen otros tipos de variabilidad
(génica, genotípica, individual) pero si no aparecen nuevos alelos, todo esto
queda en nada.
En los parques zoológicos a los que me refría, hacen
lo siguiente. Supongamos un parque situedo en los Cárpatos, montes donde también hay urogallos. Es muy posible que entre la población de Galicia y la de los
Cárpatos existan diferencias genéticas. Es lo más normal, pues son poblaciones geográficamentes distanciadas y entre ellas podemos suponer que no existen lazos de migraciones
en ninguno de los dos sentidos posibles. De modo artificial se pueden simular
movimientos de individuos, mediante el intercambio de un determinado número de
machos que, pasado un tiempo, son devueltos a sus poblaciones de origen. Cuando
vuelven, ya han fecundado a hembras de las poblaciones receptoras,
produciéndose de este modo una renovación de los fondos genéticos de ambas
poblaciones.
Los efectos genéticos de este tipo de programas son
espectaculares y se notan de inmediato, en la generación siguiente a aquella en
la que se realizó el programa de intercambio. En muchas centrales biológicas se
está haciendo acopio de bancos de semillas, de semen y similares, no sólo para
luchar contra las extinciones, también para renovar fondos genéticos de
especies depauperadas por diversos motivos.
Y yo me pregunto… ¿y en España se hace algo de esto?
Pues no lo sé, pero indudablemente estos programas requieren, en primer lugar, concienciación de la gente, que se comprenda su necesidad y su beneficio. Hoy hay una gran
demanda de turismo de rutas naturales, queriendo ver fauna y flora en estado natural. Pero,
mientras el mejor lobo sea el lobo muerto, como en algunos lugares de aquí, mientras
no ocurra nada por matar un animal protegido, como conocemos todos, ¿quién va a
propiciar programas de protección de fauna o flora? Hace pocos años, muy pocos,
en la isla de La Gomera, un incendio intencionado quemó sus buenas hectáreas de laurisilva. Las
visitas a la laurisilva representan una buena fuente de ingresos para las
Islas.
No sé qué decir, pero la verdad es que soy pesimista en cuanto a vislumbrar algún tipo de arreglo a esto. Tal vez todo
empezase, a largo plazo, por unos buenos planes de estudio. Pero, repito, soy pesimista. Por eso digo "tal vez", sin afirmaciones rotundas.
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