12 x 8,6 cm |
Paseando por el claustro del Museo Provincial de
Lugo, nunca me canso de contemplar su hermosa colección de relojes de sol, muchos
de ellos curiosos. Todos dispuestos para evocar mil historias a su alrededor.
Hay uno, chiquito, de pizarra, en cuya foto incluyo
sus dimensiones para que se vean lo minúsculas que son. ¿Reloj de juguete? Tal
vez, desde luego, un capricho para estar cerca de él, pues en lo alto de una
pared sería casi invisible. Reloj bonito, casi entrañable, que me obliga siempre
a imaginar por quién o quiénes fue utilizado.
Me gusta mucho un elegante reloj de mármol, también
pequeño, del siglo XVIII. Para hacerlo, fue preciso traer la piedra de fuera ya
con un destino marcado. La talla es bonita. Ya digo, lo encuentro elegante en
su comedimiento.
RELOJ DE MÁRMOL QUE COMENTO 28,5 x 23,2 cm |
Puestos a elegancia, hay uno de fantasía, con
figuras hermosas, hecho en granito, que me gusta mucho por su armonía de
composición y proporción en sus formas. Lo encuentro altamente logrado.
Señorial, aunque tal vez incomprendido en algunos ámbitos descriptivos.
Vuelvo a lo que dije en otra entrada, ¿para quiénes
marcarían las horas? ¿a quiénes señalarían los tiempos? Los tiempos suyos, los
del sol al irse moviendo por el cielo, pues los tiempos de cada cual, van a su
tiempo. De eso sabemos todos, qué fugaces son los tiempos felices y qué lentos
los de tristeza. Qué lentos los de esperar un hecho concreto, feliz o aciago, y
qué rápido después que ese mismo hecho ha ocurrido y va quedando atrás. Los
tiempos y sus velocidades de paso.
¿Que qué miden, pues, los relojes? Los tiempos de
referencia, los objetivos, los carentes de significado en nuestras vidas pero
que la van pautando de modo anodino. En cuanto esos mismos tiempos entran en nosotros,
su transcurso pasa a medir algo nuestro y, por tanto, lleno de significado para
cada uno. (Siempre el mes de agosto, significando vacación, con 31 días, me
pareció corto, mientras que encontré largo a febrero, obscuro con frío,
lluvioso, y con 28 días).
GRANITO 76,5 X 44,5 X 31,5 cm. |
Los tiempos de cada uno. Los míos, los tuyos y los
suyos. Intentando a veces sincronizarlos para vivirlos, disfrutarlos y sacarles un significado conjunto. Pero, siempre a su lado,
ese pequeño reducto de intimidad, de cada uno, a donde solo podemos entrar sin
compartirlo con nadie, pues es donde vivimos de modo más sincero con nosotros
mismos. En esos lugares tampoco el reloj significa mucho, pues una noche en
vela es como un instante y un instante puede parecer una eternidad.
Recuerdo al monje aquel de la leyenda (nunca era una
monja) que, saliendo a dar un paseo por los alrededores monacales quedó
prendado del canto de un pájaro. Dicen que se sentó un rato para recrearse en
tan sencillo placer, de modo que al regresar al convento lo encontró
destartalado. No conoció a ninguno de sus moradores y, después de mucho
charlar, se llegó a la conclusión de que era un monje de quien se tenía noticia
de haberse perdido un siglo antes. ¡Había estado cien años escuchando los
trinos!
ASÍ ENCONTRÓ EL MONJE MELÓMANO SU MONASTERIO |
Los pájaros de entonces cantaban más de cien años
seguidos sin cansarse, justo cuando el reloj era un objeto de lujo y nadie
sabía de calendarios. En Galicia, hoy son varios los monasterios que se pelean
por ser la sede de la leyenda y como sé que es una farsa, quiero creer que los
monasterios no se pelean por ser sede de farsa alguna.
Porque si lo queremos ver de otro modo, tal vez de forma arriesgada y atrevida, podemos decir que este monje
se sintió tan embelesado, que se salió de esa común e inexorable coordenada,
que es el tiempo, para irse a otra dimensión. Cuando regresó a la nuestra,
pensando haber vivido un instante, se encontró que el tiempo había seguido su
camino, no le había esperado. Ya Einstein habló del paso diferencial del tiempo y sus dimensiones variables. Hay muchos dispuestos a meter a Einstein en todo, como a Darwin.
En otro plan, es
una experiencia muy común en todos nosotros. Después de vivir momentos muy
intensos, de esos que nos parece que la vida se haya detenido (y así es para
cada uno), nos parece raro que para los demás la vida siga como tal cosa. Una
versión más de esa soledad propia de los seres humanos, de los que formamos
parte.
Relojes, relojes en el Museo Provincial de Lugo…
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