Leboreiro
tiene diversos nombres, según las fuentes que se consulten, pero siempre son
topónimos latinos, de dos palabras, y en ellos se hace mención a la cantidad
de conejos que hay en la zona. Yo conozco Ager
leporarius, pero ya digo, hay más. Por ejemplo, el Códice Calixtino le da
el nombre de Campus lepurarius, que
viene a decir lo mismo.
CASA DE LEBOREIRO |
La
primera vez que llegué a Leboreiro casi no lo vi hasta que estuve en su,
digamos, plaza inicial. Sus casas se confunden con el paisaje. Construidas en
piedra de allí mismo, tienen la misma coloración y aspecto que el entorno. Los
tejados están casi vencidos por los años y con una tonalidad que nos habla de eso.
Casi todo es abandono, si bien por algún sitio parecen surgir chalecitos, con
fachadas enlucidas y de dos plantas, que nada tienen que ver con el entorno, más
bien lo rompen, pero nos dicen que sus propietarios hacen una apuesta seria por
seguir viviendo allí, en Leboreiro. Eso es mucho para mí. Hoy hay unas normas,
estrictas, de construcción para mantener un aspecto ordenado y sin romper el
ambiente que configura la mayoría de las casas. Esas excepciones son
subsanables.
CASA EN LA CALLE CENTRAL |
La
estructura urbana de Leboreiro es, más o menos, la común en las aldeas del
camino: una calle larga al final de la cual está la iglesia. Aquí la calle
comienza en una explanada rodeada de casas, a la que, antes, llamé plaza inicial. En
esta plaza hay un cruceiro de columna lujosamente estriada. Su base fue
circular, ahora poligonal después de obras de acondicionamiento. Antes, esa
base estaba rodeada por una recia cadena, pues el cruceiro gozaba del llamado
“privilegio de acogida”, algo similar al derecho de asilo. De eso ya no se
acuerda casi nadie y considero triste que se olviden derechos. Creo que es conveniente recordarlos, aunque no se
ejerzan.
CRUCEIRO EJERCIÓ DERECHO DE ACOGIDA |
Alrededor
de la iglesia hay algunas casas fuera del camino principal configurando lo que podríamos
llamar “otra calle”. El silencio es total, a veces llega el ruido de algún
coche que pasa por la cercana carretera de Lugo a Santiago, pero en la aldea no
hay nadie, o eso parece. Las casas nos hablan de pobreza total, son de planta
baja o con unas fachadas tales que, a su través, se me hace difícil imaginar la
estructura interna de las viviendas. Tal vez sus antiguos habitantes marcharon
a Melide, la capital a poca distancia, o a otros destinos de la emigración.
Pero
este abandono hace que se mantenga una información intacta sobre cómo eran las
vivienda rurales antes de la llegada del llamado desarrollo. Todos los que
tienen sus raíces en las aldeas, reconocen las estructuras de las casas, con
sus huertas, sus cortiñas y demás. Tal vez convendría mantener todo eso como
exponente de lo que fue la vida en aquellos sitios. Ojalá se le ocurra a
alguien.
HOSPITAL FUNDACION DE LA FAMILIA ULLOA |
Hoy
se restauran casas en Leboreiro, obedeciendo normas estrictas pero teniendo en
cuenta la comodidad de sus habitantes y no impidiéndoles disfrutar de las
mejoras actuales.
CABAZO. DETRÁS, EL HOSPITAL DE PEREGRINOS |
Al
final de la calle, están la iglesia y el hospital configurando un pequeño espacio, como una plaza, antes de salir de nuevo a caminar. El hospital fue
fundado y mantenido por la familia Ulloa, cuyo blasón luce en la parte visible desde el Camino, tal vez como información a los peregrinos. Recuerdo que en el siglo,
XIV, por ejemplo, un hospital tenía unas funciones diferentes a las que le damos
hoy: daba albergue, suministraba comida, ofrecía lugar de reposo y, si acaso,
procuraba la cura de los enfermos.
Junto
al antiguo hospital hay un cabazo, un hórreo de mimbre propio de esta zona.
También hay algunos más cabazos en la aldea, pero éste queda muy visible.
IGLESIA Y CABAZO |
Y
la iglesia. Pequeña, casi no queriendo llamar la atención, es uno de las
hermosos ejemplares románicos que hay en el tramo gallego del Camino. Es un
edificio pequeño, con una virgen en su tímpano a la que veneran unos ángeles y
ábside semicircular con canecillos. Pero hay mucho mas en esto que acabo de
decir. Dejar que me explique.
El
interior, limpio y bien dispuesto, es un espacio de gran intimidad, muy
acogedor. A la derecha resaltan unos magníficos frescos de época muy posterior
a la iglesia, que recuerdan a otros centroeuropeos coetáneos. Su colorido y su
composición es espectacular.
INTERIOR DE LA IGLESIA |
También
quiero hacer mención del tímpano de la fachada. Para mi criterio, la imagen de
la virgen presenta la aparición de signos góticos. Y yo diría que la piedra en
la que se esculpió es de un granito diferente al que se utilizó para construir
la iglesia. Una piedra grande, de una sola pieza, pero también un granito
diferente, no sé en qué característica apreciada por el escultor.
Quiero
pensar que frescos interiores y tímpano de la iglesia tienen orígenes
similares. Artesanos de camino a Compostela que se detuvieron un tiempo en
Leboreiro, contribuyeron con su saber al esplendor de la iglesia y recibieron su
pago por eso. Después siguieron su Camino pero dejando recuerdo de su paso.
TIMPANO DE LA IGLESIA |
Me
gusta mucho estar en Leboreiro y eso que no es poco lo que hay que arreglar allí. No se dispone de bar ni nada que se le parezca donde tomar un refresco. Ni una máquina
expendedora de refrescos. Y como hay que hacer casi todo, tal vez se pueda hacer
bien.
Pasada la placita configurada por la iglesia, el hospital y el cabazo, el Camino desciende por una sueve pendiente hasta llegar a un pequeño puente romano de un solo arco. Pero esa es otra historia. hemos dejado atrás Leboreiro y tenemos puestos los ojos en Compostela.
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