En
el año 1998 pronuncié el Pregón de la Semana
Santa de Santiago de Compostela. Como pregonero, me
correspondió presentar el Programa de Actos de dicha Semana. Ésta es esa
presentación. El pregón lo publicaré un día de estos.
UN
AÑO MÁS
A
lo largo del año vivimos envueltos en un montón de asuntos supuestamente
importantes, pretendidamente inaplazables. Tal vez, pasado un tiempo ni
recordamos cuáles habían sido esos asuntos. Si, cada día viene con su
preocupación, con sus asuntos, siendo muy posible que ni tiempo tengamos para
reposar y reflexionar de cuando en cuando. Porque la vida va transcurriendo.
Por
eso, a veces es interesante que sepamos cerrar los ojos, desconectar con el
mundo para refugiarnos en nuestro interior sin otra compañía más que la nuestra,
pues puede ser que necesitemos reflexiones para después acomodar a nuestra vida
a nuestros deseos. Siempre tenemos asuntos a los que es preciso dar soluciones
de una vez por todas, ni son desdeñables las preguntas formuladas a las que, aún,
no encontramos respuesta adecuada y, en resumen, no es poco lo que tenemos que
actualizar si queremos seguir por la vida con una cierta coherencia humana.
Hay
fiestas, celebraciones o como se les quiera llamar, que son muy propicias para estas
reflexiones. Una de ellas es esta que está en puertas, la Semana Santa. Un año
más, los nazarenos llegarán al centro de nuestra ciudad desde sus cuatro
esquinas y pasarán por las rúas entre los colores de sus túnicas, rojo, azul, blanco
o negro, dejando tras de sí un entrañable olor de flores mezclado con el de las
velas. Un año más veremos a Nuestra Señora de la Quinta Angustia por
su barrio, a Nuestro Señor Flagelado por la Calderería abajo entre
compostelanos que lo acompañan y Nuestra Señora de la Soledad volverá a llorar
con su dolor entre cientos de personas que no la quieren dejar sola.
Se
trata de una tradición que no es nueva, que tiene su historia. Y así, junto con
cofradías antiguas, algunas de ellas existiendo ya en el siglo XV y la mayoría
de ellas fundadas en el XVIII, recorrerán las rúas otras que nacieron en nuestros
días pero ya con sitio propio en la Semana Santa de Compostela. Unas cofradías
formadas en la actualidad por personas sin más pretensiones que la de dar testimonio
de sus creencias en unos misterios y de una actitud personal ante ellos. Pero
que sin pretenderlo, es posible que sin darse cuenta, que están conservando
otro aspecto del patrimonio compostelano como son las cofradías y sus imágenes,
salidas de las manos de egregios escultores, y que también forman parte de nuestra
historia más entrañable.
El
primer plenilunio de primavera volverá a ver el transcurrir de procesiones por
rúas acostumbradas a servir de marco tanto a cortejos reales como a otros más
humildes, pero no por eso menos dignos, menos enraizados en la vida cotidiana
de Compostela. A lo largo de la semana, viendo el transcurrir de las cofradías,
a veces nos parecerá que el tempo no pasa, pensaremos que fue ayer mismo cuando
estábamos en los mismos sitios, en las mismas esquinas, atendiendo a los mismos
detalles. Pero no nos dejemos engañar, el tiempo pasa incluso entre estos
retazos de eternidad que es nuestra Compostela. Y vemos cómo transcurre todo esto.
Testigos afortunados de que la vida siga contando con nosotros, y puede que al
abrigo de tanta hermosura y encanto como encontraremos en más de una ocasión,
tendremos alguna vez la oportunidad de adentrarnos de valiente en los rincones
más íntimos de nuestro interior para ver cómo andamos en relación a muchos asuntos,
pues puede ser que desde hace mucho, lo cotidiano no nos deje ver lo
trascendente.
Una
oportunidad de reflexión profunda, eso puede ser para muchos esta Semana Santa
que una vez más llega en los albores de la primavera. Pasaremos estos días metidos
en fiestas, celebraciones religiosas, encuentros familiares, pasando entre dos
coordenadas sentimentales tal vez contrapuestas. Pues la Semana empieza con ritos
que parecen juegos de niños, como son la bendición de palmas y ramos y la
procesión de la Borriquita
con romanos y judíos, y termina con una gran pregunta a la que cada uno debe
dar una respuesta personal para ajustar su vida a ella: ¿Resucitó Jesús?
Solamente
deseo a mis convecinos, y a mi mismo, que en estos días sepamos desconectar los
cantos de sirenas y que olvidemos un poco los mandos a distancia. Después, que
busquemos el tiempo y el sosiego necesarios para volver a buscar la respuesta
personal a la pregunta crucial. Y que tengamos la valentía que es preciso tener
para ajustar la vida a nuestra respuesta.
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