A veces, de modo inconsciente, se asignan nombres transitorios que, no obstante, llegan a consolidarse. Uno de ellos es el de Cromosoma X, pues lo que empezó como un juego casi juvenil, terminó definiendo un cromosoma con un elevado significado conceptual y genético.
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Ya en un escrito de 17 de septiembre de 1870, Mendel había sugerido que la proporción sexual de muchas especies equivalía exactamente a la proporción fenotípica que cabría esperar en la descendencia de un heterocigoto Aa cuando es cruzado con un homocigoto aa.
Hoy sabemos que no existe mucha diferencia entre la estructura del cruzamiento al que se refería Mendel y el que determina el sexo. En un caso se trata de genes y en éste de cromosomas, pero en ambas situaciones tenemos un individuo (o un sexo) formador de un solo tipo de gametos, todos con el mismo carácter genético, que transmitirá a todos sus descendientes y que no será fundamental al determinar diferencias, y otro individuo (o sexo), que genera dos tipos diferentes de gametos en relación a ese mismo carácter, formados los dos con la misma frecuencia y que serán los que determinen las diferencias genéticas que aparezcan en la descendencia.
ESQUEMA DE LA DETERMINACIÓN DEL SEXO EN HUMANOS |
Teóricamente se pensó que el sexo (algo tan complejo con componentes morfológicos y fisiológicos), dependería no
de un solo gen, más bien de muchos que podrían residir en un mismo cromosoma
concreto. Un sexo tendría dos cromosomas y el otro sólo uno. De este modo se
cumpliría lo que, también de manera teórica, había pensado Mendel. Un sexo
formaría todos los gametos iguales, portadores de ese cromosoma. A este sexo se
llamó homogamético, que quiere decir formador de “gametos iguales”. El otro
sexo formaría gametos diferentes, pues la mitad de ellos llevaría ese cromosoma
particular, mientras la otra mitad no lo llevaría, llamándosele, por tanto,
sexo heterogamético, formador de “gametos diferentes”. Para que esto fuese así,
el sexo homogamético tendría dos cromosomas determinantes del sexo, mientras
que el heterogamético sólo tendría uno.
Para comprobar la veracidad de la
hipótesis, en algunos laboratorios de citología se comenzaron a estudiar
cariotipos de machos y de hembras, por si aparecían diferencias en el número de
cromosómicas. Miss Nettie Stevens y Wilson buscaban un cromosoma relacionado con uno u otro sexo, al que,
por desconocido, y con el desparpajo de la juventud, denominaron cromosoma X. De ser cierta la hipóteis, ese cromosoma y dentro de una misma especie,
determinaría diferentes cariotipos, según el sexo del individuo estudiado. Además de jóvenes, eran rigurosos investigadores.
La Dra. Stevens, al comentar con compañeros la naturaleza de su trabajo, decía que buscaba un cromosoma misterioso, un "cromosoma X". También sus amigos le preguntaban cómo iban sus perquisas acerca del "cromosoma X".
La Dra. Stevens, al comentar con compañeros la naturaleza de su trabajo, decía que buscaba un cromosoma misterioso, un "cromosoma X". También sus amigos le preguntaban cómo iban sus perquisas acerca del "cromosoma X".
MS. NETTIE STEVENS CON UN ESQUEMA DE LOS CROMOSOMAS X E Y |
En 1905, estudiando cariotipos de
ortópteros, estos investigadores vieron que en algunos casos la hembra
posee un numero par de cromosomas, (N pares), mientras el macho posee un número
impar. Uno de los cromosomas pares de la hembra sólo tiene un representante en
los machos. Miss Stevens indicó que se correspondía con el cromosoma X buscado
desde hacía cierto tiempo. Las condiciones teóricas se cumplían, pues cuando la
hembra forma óvulos, los miembros de cada pareja de cromosomas se separan uno
del otro, entrando a formar parte de cada óvulo, de modo que todos ellos tienen
un cromosoma X. Sin embargo, en los espermatozoides, la mitad contendrá un
cromosoma X y la otra mitad carecerá de él. Cuando un óvulo es fecundado por un
espermatozoide portador de un cromosoma X, el zigoto tendrá dos cromosomas X y
determinará una hembra, mientras que cuando es fecundado por un espermatozoide
que carece de él, el zigoto tendrá un solo cromosoma X, determinando un macho.
El sexo del individuo que se desarrolla a partir del huevo fecundado viene, por
tanto, determinado en la fecundación por un hecho casual, por el tipo de
espermatozoide que haya intervenido en ella.
En otros insectos, como en el gusano de
la harina, Tenebrio molitor, Miss Stevens observó que el macho
presentaba un cromosoma que actuaba como pareja del cromosoma X, pero era
completamente diferente de él. Puesto que en machos aparecía como pareja de X,
era lógico llamarle cromosoma Y, como se llama a la pareja de X en ecuaciones y en trigonometría. No obstante, el macho seguía teniendo su condición de
sexo heterogamético, si bien en este caso la mitad de sus gametos eran
portadores del cromosoma X, y la otra mitad del cromosoma Y. El sistema de
fecundación determinaba una descendencia de machos y hembras repartidos en una
proporción de mitad y mitad.
En pocos años, Miss Stevens, Wilson y
otros comprobaron casos similares en muchas especies animales. Lo general era
la presencia de un sexo homogamético, no necesariamente el femenino, y otro
heterogamético que, en correspondencia con lo anterior, no tiene que ser
necesariamente el masculino. Por ejemplo, mamíferos y dípteros, (nosotros y moscas) tenemos este tipo de determinación, pero en aves ocurre que el sexo heterogamético es la hembra.
Lo que comenzó siendo una denominación
casi de argot juvenil, “cromosoma X”, ha terminado por ser de utilización
universal para designar a los cromosomas sexuales.
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NOTA AL MARGEN.
Años antes, W.C. Röentgen, también había utilizado el calificativo de "rayos X" para referirse a los rayos descubiertos por él, cuya naturaleza desconocía. Tal denominación tuvo éxito, de modo que aunque posteriormente se propuso llamarles Rayos Rôentgen, en muchos países se siguen denominando Rayos X.
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